Diario de León

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Se hizo el silencio. Breve, con murmullos, precursor de la tormenta. Pero oficialmente silencio. El aire dejó de estar saturado de eslóganes (¿quizá también viceversa?) y nos aprestamos al momento decisivo. Ese que unos apuraron, otros no lograron medir, y ha ido disfrazándose entre muertos de éxito, resucitados con respiración asistida, zombies que apuran sus pálpitos, y otro tipo de criaturas emergentes o permanentes en la periferia. Todos acechan el cachito de poder que les deparen unas urnas marcadas en lo esencial por la apatía. Y esa es la tragedia de esta tierra. Si gana la abstención, el fracaso será de todos. Los convocantes y los llamados a decidir.

Como dijo aquel, la política es como patinar sobre ruedas. Se va en parte a donde se desea, y en parte a donde le llevan a uno los malditos patines. Nunca como ahora ha sido así en Castilla y León. Por qué estamos aquí y cómo se ha pergeñado este escenario es algo que a estas alturas no necesita mucha explicación. Sí se puede lamentar que la cuestión del resultado del recuento se haya ido acotando hasta un generalizado consenso de medir a ver quién pierde menos en una cita que aquí no era decisiva. Las cartas, en cualquier caso, están sobre la mesa.

Si algo bueno se debe sacar de estos comicios es que nunca todo el pescado está vendido. Que ni siquiera en estas tierras que pretenden ancladas, serviles e inamovibles los tejemanejes de macropolítica pueden imponerse en las microdecisiones. Aunque sea un terruño envejecido (pero también con jóvenes, y cuyos mayores no son la cacha y el poyo que sólo entienden en el yermo vaciado); con oportunidades contadas y abandono endémico (que no sin criterio de hacia dónde se quiere caminar); en el que el desentendimiento por la cháchara institucional está muy muy lejos de ser desinterés por los asuntos propios. Quienes no sepan ver estas diferencias, ni unas exigencias que caminan en busca de una representación institucional que responda, no entenderán nunca lo que es de desear que aquí suceda a partir de ahora.

Quizá en los próximos días seremos testigos de un ejercicio de cintura política que se echa también de menos en forma de entendimiento de esencia democrática. Como dijo Mollet, la coalición es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo sin que te salgan callos. Y como añadió otro analista, si te atribuyes el mérito de la lluvia, no te extrañes de que te culpen de la sequía. Sea.

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