Diario de León

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En un León con el trasero bien plantado en pleno paraíso de la biosfera todo lo que suena a economía verde pone los pelos de punta. Si el reverdecer viene envuelto el políticas de transición se nos suben las perspectivas a la corbata. Si la transición se vende como justa unimos las manos en piadoso gesto y alzamos la mirada al cielo. Más limpio que nunca, ahora que el suelo está vacío. 

Toca el turno al campo. La PAC en la que desde hace décadas se anclan las cuentas agrícolas y ganaderas pergeña un nuevo escenario que los profesionales del sector (y los que no lo son, pero algo arañan) temen como helada de mayo. Al tejemaneje habitual de los repartos se unen ahora los ecoesquemas, un término aún por asimilar pero que adelanta una revolución en la forma de atender las explotaciones, si quieren seguir cuadrando cuentas con los fondos europeos. Que se anuncian, por cierto, también multimillonarios, aunque aquí la resiliencia adopte tintes propios. 

Agricultura y ganadería estuvieron hasta hace no tanto ancladas en sistemas y herramientas de siglos, avanzaron con parsimonia en las últimas décadas y ahora cabalgan desbocadas a lomos una modernización tecnológica y científica que arrolla a los que estaban y no da respiro a los que intentan llegar, aunque sean pocos y mucho mejor formados. 

El interminable parto europeo de la nueva PAC está llamado a ser el abono sobre el que germine el grueso del futuro de la España vacía. Profesionalización y relevo generacional son imprescindibles, pero sin los mimbres adecuados de la nueva programación de ayudas europeas también son inviables. Como lo será toda subvención que quede en el barbecho de los rentistas y no en los sudores de quienes producen para vivir. 

El reto es negociar con acierto (España prevé recibir más de 47.000 millones de euros hasta 2027), pero también ser capaces de trasladar a agricultores y ganaderos un sector de drones y satélites, tecnología y ahorro energético y de recursos, fitosanitarios sostenibles, vehículos inteligentes e interconectados, investigación continua en los laboratorios,... El reto es a mayores tener fuerza para exigir mejoras y cumplimientos en la Ley de la Cadena Alimentaria que se tramita. 

El reto del campo es enorme. También tejer un asociacionismo capaz de exigir con voz clara y argumentos incontestables. Ahí no existe tecnología que aplicar. Pero sí mucho lastre que dejar atrás. ¿Habrá alguna vez suficiente generosidad para relegar egos y aunar esfuerzos?

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