Diario de León

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Si yo tuviera algo que vender, que no lo tengo, y las tripas templadas en acero, que tampoco, me buscaría una polémica como la del culete con corazones que me convertiría en la reina del mambo marketingniano para vender vino del Bierzo. En el maremagnun de de bodegas y bodegueros, acompañado de un reñido consumo que no da para todos, la multiplicación de los vinos y los peces en el mercado busca atraer la atención con nombres y etiquetas originales, distintos, llamativos, provocativos, insinuantes,... Al fin y al cabo, el bebercio de la uva fermentada no deja de tener ese punto pecaminoso y canalla del guiño, la celebración y, cuando toca, el despiporre. Al brindis (con control, no se trata de desdramatizar los problemas) le llaman hoy droga. Cada uno que establezca su escala.

En esta guerra permanente por atrapar al consumidor la imagen manda. Y la creatividad en los nombres y etiquetas de los vinos da para hacer más de una tesis. Hasta ahí todo normal. Que el Instituto de la Mujer vigile cuanto convierta a las féminas en sexualizada mercancía también normal. Es su función. Que se nos vaya la pinza a unes y otres en conseguir los objetivos es lo preocupante.

Ignoro cuánto tiene que ver un bikini en el mar con un vino del Bierzo, cuestión que no viene al caso. Definir cuándo se cosifica y sexualiza comercialmente a la mujer me parece que merece más y mejor debate que el que se nos enreda. Si fuera posible, que no lo es, ajeno a posicionamientos exacerbantemente rígidos e impermeables por enrocamientos repartidos a partes iguales entre hooligans de unas y otras radicalidades.

Porque, puestos a ponernos... imaginativos, se me viene a la cabeza un fornido muchacho que me asalta en cada pausa publicitaria televisiva con esa camiseta prieta y sus botas de montar, moviendo la cadera por un palacio italiano hasta montar con mirada desafiante en su caballo... Y así otres cuantes. Se lo cambio por el culete de corazones. Y aquí no hay ministerie de nade que haya dicho ni mu.

A la igualdad entre las personas le falta aún tanto camino por recorrer, y son tantos los pasos atrás que lo zancadillean, que no se puede permitir ni un traspiés. No admite bromas, ni tontunas anecdóticas que doten de argumentos a detractores lamentables de la irrenunciable exigencia de todo género a la igualdad. No se trata de culos, sino de cabezas y corazones. No existe descanso. En igualdad, ni un paso atrás.

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