Diario de León

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La insólita situación que estamos sufriendo pone de manifiesto cuestiones que habrá que revisar en el futuro, aunque sería deseable que tuviéramos cintura para implementarlas en el presente. Flexibilidad y reflejos, eso es lo que se echa de menos. Agilidad para resolver sobre la marcha lo que es posible, eso para lo que siempre se arregla la sociedad, incluso en su confinada condición; y de la que carece la mayor parte del resto del tejido institucional, desde la mayor parte de las estructuras empresariales y otros colectivos sociales a las administraciones públicas y sus adláteres.

La terrible falta de material sanitario que proteja a los profesionales es un buen ejemplo de esa capacidad de reacción por parte de quien no está obligado a tenerla, y también de parálisis de quienes debían al menos tomar nota de las iniciativas y liderarlas. Organizar y racionalizar, incluso dotar de medios suficientes a un voluntariado que derrocha imaginación y talento, también recursos propios y donados; pero que acaba agotando fuerzas frente a la inmovilidad de los organismos establecidos.

Establecidos en sus discursos y aferrados a sus necesidades, incapaces de ver más allá de sus narices, miopes frente a lo que se puede hacer. Reivindicando indefinidamente qué pueden hacer por ellos, sin llegar a plantearse qué pueden hacer ellos por los demás.

El análisis de lo que está pasando es claro: durante años muchas empresas buscaron la rentabilidad en la mano de obra barata asiática, hasta deshacerse de su capacidad local de producción. Hace tiempo que aquellos países, con China a la cabeza, ya no son tan rentables, pero al final aquí no había dónde volver. Ni ganas tampoco de asumir las exigencias de un mercado laboral con derechos.

Ahora la pandemia aprieta y China devuelve la pelota. Cobra a precio de oro lo que sólo se hace allí. ¿O no? Dos manos, una máquina de coser o una impresora 3D, unas instrucciones y mucha voluntad y ganas de ayudar se han mostrado suficiente como para crear desde la nada, en pequeñas empresas o cocinas y salones, toda una industria de suministro efectivo. No es ingeniería genética, no requiere complejas estructuras ni maquinarias. ¿Por qué entonces no se organiza y se dota de medios (y financiación, entre la lluvia de millones que nos prometen) a este pequeño gran ejército de voluntarios? Reflejos. ¿Se pueden recetar también entre las medidas de crisis

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