Diario de León

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Dejemos los extremos judiciales al margen, serán ventilados por quien corresponda. Atendamos a los reputacionales, y sobre todo a los que a estas alturas permiten hacer balance de lo ocurrido. Del conjunto de la historia se encargará precisamente la Historia, cuando el tiempo vaya colocando cada cosa en su sitio. De lo más reciente los propios acontecimientos saldan cuentas: disculpas, abdicación, renuncia a una discutible herencia, alejamiento, expatriación,... Mucho tendrá que corregir la Historia los tropiezos de estos últimos años para que la figura de Juan Carlos I ocupe el lugar que se presumía. Acierta cuando dice que los jóvenes sólo le recordarán por las frivolidades y discutibles comportamientos de los últimos años, sin enterarse del trascendental papel que ha tenido en la historia reciente del país. Tampoco ayudan las informaciones y los documentales que comienzan a aparecer. Acaba de emitirse uno en el que se repasa junto al Emérito su vida, desde la dura infancia a la juventud en la dictadura, y episodios que sabemos de memoria. Como novedad, son comentados por el propio rey. ¿Comentados? Sinceramente, la información del documental le atribuye una decisión y una claridad de ideas que la entrevista personal deja en la duda. Juan Carlos repitió durante años que la Monarquía no sólo debía ser honesta, sino parecerlo. En su caso, además de ser un personaje de estratégica inteligencia, debía haberse volcado en parecerlo también. Pero no fue así. El documental nos lo presentó como el artífice esforzado de una transición ejemplar, pero lo retrató como alguien con serias limitaciones de expresión y sin capacidad de análisis. No contó nada. Casi no terminó ninguna frase. Alfonso Guerra explicó que en el inicio de la democracia todos pensaban que el rey era tonto, pero se equivocaron a lo grande. Sin duda es así. Pero en concreto en esta emisión parece lo que parece. En este momento el Emérito, que en privado se lamenta de que se escuche tanto a quienes le acusan y nada a él, haría bien si intentara explicar a los españoles lo que ha sido y lo que ha hecho. Pero más vale que nos dé otra imagen de sí mismo. Su largo reinado en un momento trascendental de nuestra muy reciente historia debería tener otro epílogo. Seguramente él lo merece. Desde luego, el país y los españoles sí.

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