Diario de León

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Hay que plantar cara al temor de la permanente incertidumbre. Si no es por nosotros, por nuestros jóvenes y niños. No merecen crecer en un escenario apocalíptico que les alecciona erróneamente en que no tienen opciones. En un estanque de cisnes negros que sólo alimentan ganancias de avispados pescadores. No podemos abandonarnos al derrotismo y legarles (o peor, negarles) un futuro que ha de alimentar esperanza.

Leía ayer un artículo que explicaba que al modelo Vuca (la realidad volátil, incierta, cambiante y ambigua) le ha sustituido la nueva normalidad Bani (frágil, ansiosa, no lineal e incomprensible). En apenas tres años hemos pasado de un entorno de crisis y cambio vertiginoso y a menudo inaprensible a un escenario mucho más complicado, en el que la influencia de las personas sobre lo que ocurre parece inexistente, y todo resulta aleatorio. La realidad se vuelve incomprensible y desconcertante, lo que se traduce en mayor angustia y fragilidad.

El artículo se refiere sobre todo al mundo económico y empresarial, pero desde luego parece estar reflejando la asfixia de las personas frente a un escenario caótico. Invita, eso sí, a «recuperar el viejo aplomo de los seres humanos cuando afrontan la vida sin red».

También ayer escuchaba al psiquiatra Tabarés-Seisdedos, que advertía del peligro para la salud mental y el desarrollo de los jóvenes de insistir en instaurar un mensaje del fin del mundo. «Tienen toda la vida por delante y están creciendo», señalaba el catedrático. Y son más vulnerables, también para manejar la frustración que les escupimos cada día. Cargarles con el peso de que todo irá mal en lugar de alimentar una esperanza que también depende de todos nosotros es un pecado que como sociedad no podemos permitirnos. Porque, apuntaba el doctor, romper esa inercia de que la fragilidad es irreversible depende de nuestra capacidad de mejorar como colectivo.

Instalarnos en lo apocalíptico nos libera irresponsablemente de deberes a los que no podemos renunciar. Y el motor del cambio se activa desde los comentarios de cada uno de nosotros cada día. Señalaba Tabarés que mejorar es complicado cuando existe una polarización extrema que lleva a aprovechar cualquier excusa para atacar a otros sin freno. Y ahí sí podemos avanzar individualmente. Quedan cuatro valiosos meses (y de ahí en adelante) para ejercer la templanza. Hagámoslo por los y las que nos siguen.

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