Diario de León

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Tal vez a muchos les pareciese hace casi tres meses, muy lejano, el momento en el cual volveríamos a recuperar la parte de nuestras vidas, cercenada de raíz con llegada del confinamiento.

Desafortunadamente,  para muchas personas fallecidas, la nueva normalidad no va a llegar y para muchos familiares de esas personas, no llegará nunca de forma completa. Perder seres queridos siempre en muy doloroso, pero en las circunstancias que ha provocado el Covid-19, ha sido realmente cruel.

El resto tenemos la obligación de cumplir con nuestras responsabilidades individuales, más que nunca.  El orden social establecido a través de las distintas normas y leyes, podrá protegernos y ayudarnos a recuperar los inmensos daños causados, si cada uno de nosotros, de forma voluntaria y responsable, hacemos lo que debemos.

Ya no hay tiempo ni excusas que valgan. La primera fase de esta lucha, ya se ha superado en la gran mayoría de los países del mundo, aunque para unos con mayor éxito y para otros con menor, en función del número de muertos y los daños económicos.

En el caso de nuestro país, el balance hasta la fecha no invita a ningún tipo de felicitación, sino más bien a aprender de los errores ya luchar por recuperarnos,  no en el corto plazo, porque es imposible, sino en el medio y largo plazo. Voluntad no nos falta a un pueblo resiliente como el español, que ha progresado a lo largo de la historia, pasando de la pobreza y miseria más absoluta, a descubrir nuevas tierras, y ser la admiración de muchos países, durante décadas. Posteriormente los aciertos y errores de muchos gobernantes, llevaron al pueblo español al límite de sus fuerzas y su resistencia, así como a su posterior recuperación. Los numerosos españoles que tenemos aportando talento y buen hacer alrededor del mundo, son un orgullo, igual que los que están dentro de nuestras fronteras, dando lo mejor de sí mismos, para mantener lo excepcional y único de nuestro país y nuestra sociedad.

Sin duda,  lo que más ha dañado al pueblo español, ha sido el enfrentamiento que las ideologías políticas han provocado entre sus ciudadanos, hasta el punto de matarse unos a otros, simplemente por pensar de forma diferente. Si la unión hace la fuerza de un colectivo, la división, el odio y el rencor, lo debilita y destruye. Merecen ser recordados los políticos que han conseguido acuerdos y consensos con sus adversarios políticos durante sus mandatos, por el bien del pueblo, al tiempo que despreciados o repudiados aquellos que han provocado o provocan el enfrentamiento más feroz entre las personas.  El ejercicio del poder define a quien lo ostenta, incluso más allá de la ideología que representa.

La nueva normalidad exige que los ciudadanos seamos responsables para  seguir cuidando de nuestra salud, que todos los profesionales y trabajadores lo sean más que nunca, no sólo en el ejercicio de su profesión o empleo, sino también en  crear entornos seguros para las personas. Necesitamos que los colectivos más necesitados, los empresarios, los directivos y los autónomos, así como todos los trabajadores sin distinción,  gestionen de forma eficiente los recursos que les irán llegando,  para hacer frente a los desafíos actuales y construir las bases para una recuperación económica estable para el futuro.

Las instituciones europeas han empezado a dar los pasos correctos en el camino del trabajo conjunto, para encontrar las vías de ayuda económica para los distintos países, por supuesto condicionadas, con el objetivo de encontrar el mayor consenso posible entre todos. Los gobiernos individuales de cada país, deberán apoyarse en esos recursos y las fortalezas de sus ciudadanos, organizaciones e instituciones, para poder superar con éxito las siguientes fases, llenas de enormes desafíos.

Mientras avanzamos en todos esos asuntos cruciales para las economías, los desafíos sanitarios también siguen presentes y serán determinantes para  conseguir que la normalidad deje de ser nueva, para ser simplemente eso, normalidad. Bienvenidos todos los que trabajen en esa dirección, al resto debemos apartarlos sin contemplaciones.

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