Diario de León

Momento decisivo para las economías mundiales y los ahorradores

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El mes de agosto ha asistido a una serie de noticias, encuentros y desencuentros, que han provocado una enorme volatilidad en los mercados financieros de las principales economías del mundo.  

La realidad constatada ha sido la desaceleración económica mundial, que afecta a todas las principales economías del mundo. La reacción inmediata de los mercados financieros ha sido caída de las bolsas, refugio en el oro, la renta fija y las divisas más fuertes, al tiempo que todos miran a las reuniones de los presidentes de los bancos centrales y ministros de finanzas más importantes del mundo, mientras no pierden de vista la cumbre del G7.  

Los acontecimientos han provocado que caigan las rentabilidades de la deuda pública a niveles negativos, en algunos casos, como Alemania, incluso a 30 años, por primera vez en la historia. En EEUU la curva de tipos invertida, es decir, se paga más por plazos más cortos y en países como Italia o Argentina, preocupados por su inestabilidad política y la obligación que tienen de hacer frente a la refinanciación de parte de su deuda, antes de que termine el año, con la confianza en niveles mínimos.  

Los daneses están siendo los primeros ciudadanos en recibir intereses al pedir un préstamo y algunos bancos suizos están pensando en comenzar a cobrar a los clientes, por los depósitos que tienen en sus cuentas. En España ya lo están haciendo algunos, pero para cuentas de empresas, para los particulares aun no.  

El panorama que tenemos por delante, resulta enormemente desafiante, por su complejidad y sobre todo, por lo inexplorado que supone el camino en el que nos estamos adentrando. Los bancos centrales y los gobiernos, tendrán que decidir en los próximos meses e incluso años, como gestionar la situación. Deberán decidir si aumentan el intervencionismo o dejan al libre mercado que vaya ganando terreno. El intervencionismo seguirá amentando si los bancos centrales siguen tomando medidas para ayudar a las economías, en forma de bajadas de tipos de interés desde los niveles negativos, o aumentan la compra de activos financieros, añadiendo a la renta fija, ahora la renta variable, como ha hecho el Banco de Japón.  

Los gobiernos tendrán que decidir si abogan por políticas fiscales restrictivas y empiezan a aceptar que los recortes generan un populismo imparable, de imprevisibles consecuencias. Si hasta Alemania, la economía líder de la política fiscal restrictiva, está planteando aumentar los gastos públicos, que no harán el resto.  

Los inversores y ahorradores en general, tendrán que aceptar las nuevas reglas del juego, aunque no las entiendan, porque como se suele decir: “esto es lo que hay y ha venido para quedarse”. Ya nos avisaron que el tsunami que supuso la crisis financiera de 2008, cambiaria el mundo tal cual lo conocíamos, si además le sumábamos las consecuencias disruptivas de las nuevas tecnologías en las economías mundiales.  

Ante este panorama tan complejo, ahora más que nunca, los inversores y ahorradores deberán decidir a quien van a pagar las comisiones por ayudarles a proteger el patrimonio familiar. Ya no vamos a hablar de rentabilidades en el corto plazo, dado que todos sabemos que son negativas incluso a 10 años por delante, si hablamos de deuda pública de países solventes. Ahora hablaremos de que estrategias utilizar para conseguir que los patrimonios crezcan por encima de la inflación en los próximos 10 años.  

Algunos inversores preferirán el sistema tradicional de siempre, aunque les haya quebrado buena parte del patrimonio, si estaba concentrado en acciones de entidades financieras, otros querrán ahorrar costes y utilizarán los vehículos de ahorro e inversión que permiten las nuevas tecnologías, sacrificando con ese ahorro de costes, el contacto con personas a las que consultar dudas o estrategias personalizadas.  

Otros decidirán pagar a profesionales, que les ayuden a encontrar los activos financieros que serán rentables en el futuro y a gestionarlos correctamente, en función de sus circunstancias personales y su cultura financiera. La planificación patrimonial, entendida como planificación fiscal, societaria, hereditaria y financiera, sin duda marcará la diferencia. Quienes reciban ese servicio y paguen por él, tendrán más garantías de preservar sus patrimonios y entender los cambios que se vayan produciendo, que quienes elijan cualquiera de las otras opciones posibles.

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