Diario de León

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Ah, sí, tuitéame todo lo que puedas, soy un ciudadano voraz, ansioso, tuitéame sin dilación. Tuitéame que me necesitas, que me adoras, que estás dispuesto a venderme lo que quiero: la prejubilación, el brexit, la luna o un paraíso fiscal. Tuitéame ofreciéndome un ministerio, una subsecretaría, un despacho asomando a la plaza de Callao. Tuitéame que, si salgo a la calle y me visto de amarillo, seré independiente, libre y cagaré pepitas de oro cuando llegue el fin del mundo. Tuitéame que somos los más grandes, que expulsarás a los demás, dime que, si se dan las condiciones, volverías a invadir Polonia. Oh, sí, tuitéame sin descanso y con furia, vivo pendiente de tus exabruptos, de tus ocurrencias, de si bombardeas Siria y Ormuz. No vaciles, no desfallezcas, me he acostumbrado a pensar gracias a ti. ¿Tus asesores te aconsejan que pulses el botón? Hazles caso, insiste, solo necesitas un puñado de caracteres. Leeré tus mensajes a cualquier hora, solo y en familia, en el monte y en la playa, subido a un todoterreno o debajo de un peral. Tuitéame como si fuera el último día, como si el futuro del país dependiese de tus cuatro palabras. ¿Controlas a todos esos electores que caminan por la calle con el móvil pegado a la nariz? ¿Ves todos esos informativos que reproducen hasta la última de tus sandeces? Convoca las elecciones por tuit, en tus manos está nuestro destino. Si te entran escrúpulos, basta con observar a los demás, todo el mundo enloquece mirando la pantalla. Oh, sí, tuitéame, sedúceme, y empléate a fondo cuando estés inspirado: insulta, despelleja, denigra, pon a parir a tus rivales. No dejes pasar ni una, no vayas a perder el compás. Tuiteemos juntos en esta tarde dorada, subamos una foto rutilante a Instagram. ¿Te he dicho que cuanto más tuiteas más sabio y rotundo pareces? ¿Qué solo tuiteando conquistaremos la patria y el cielo? Tuitéame al despertar, al dormir, cuando me afeito y me depilo. Tuitéame en la noche de bodas y en las bodas que se celebran de noche. Tuitéame del derecho y del revés, a izquierda y a derecha. Las mentiras son confitura cuando tuiteas, todo entra mucho más fácil. No es poco mérito el tuyo, alcanzar el éxtasis mediante la síntesis. Tuitéalo, hazlo una vez más: llegarás a elaborar una tesis con un puñado de tuits. Si hasta los clérigos mandan tuits, ahora que Dios se ha convertido en un algoritmo. Pero no olvides la máxima del tuit: toda gloria es breve, la celebridad efímera; si hay otro más rápido e ingenioso que tú, échate a temblar. El mundo es una jungla virtual, solo se salvan los gatos. Siempre te quedará, eso sí, el recurso de brillar en youtube: mándame un vídeo montando a caballo, o sonriendo a la cámara en bolas.

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