Diario de León

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Alo mejor, la palabra calecho es una de las que más veces ha salido publicada en la historia de este diario. Siendo desconocida para quien no haya estado entre nosotros, siempre despierta simpatía y curiosidad; no es para menos: habla de una costumbre que enlaza con lo mejor de esta tierra y de sus gentes. A lo largo de los próximos nueve meses, de setiembre a junio, se celebrarán once calechos muy especiales en diferentes puntos de las comarcas de Babia y Luna. De Aralla a La Vega de los Viejos, uno podrá encontrarse con hombres y mujeres que comparten y disfrutan su ocio en los lugares más insospechados: cines rehabilitados, pequeñas escuelas, sedes de juntas vecinales, antiguos teleclubs. Todos alrededor de la cultura, la fiesta y la tradición. Detrás de esta iniciativa hay personas, claro, y no nos RÍO ARRIBA MIGUEL PAZ CABANAS Once calechos queda más remedio que nombrar a sus dos principales artífices, Elías Valcarcel y Sol Marcos: una pareja cuyo entusiasmo, tesón y generosidad están más allá de cualquier elogio, y sin los cuales este proyecto no existiría. Son su alma mater y su sostén más valioso. Sin prácticamente ayuda pública (con la honrosa excepción del bueno de Basilio, alcalde de San Emiliano), han conseguido congregar a docenas de asistentes el tercer sábado de cada mes, a veces en situaciones peliagudas, como aquel calecho que acabó casi de madrugada bajo una nevada hostil y copiosa. Las veladas son cualquier cosa menos aburridas, y amén de concluir en torno a una mesa y un mantel (el año pasado se sumaron dos mil cubiertos distribuidos en varios restaurantes, lo que habla de su impacto en la economía de la zona), los temas que abordan no tienen desperdicio: la del próximo 21 de setiembre, en el salón de Huergas, incluye un homenaje a los maestros temporeros de Babia y Luna que antaño trabajaban en las pedanías de Asturias, presentación que correrá a cargo del poeta Antonio Merayo. Yo tengo vistas actuaciones memorables a cargo de grupos de danza popular, o asistido a proyecciones de documentales presentados en certámenes de ámbito nacional. Los calechos se prolongan hasta bien entrada la noche y no pueden finalizar de mejor manera: bajo la música cómplice y evocadora de un grupo de acordeonistas. Es digno de ver cómo improvisan, tocan y se retan. Cómo extraen de sus fuelles temas mágicos y vertiginosos. El acordeón en Babia es un instrumento legendario; resulta difícil resistirse a su embrujo. A ciertas horas, mientras la gente baila y se ríe, hay algo de insolencia atávica en esas notas que se deslizan entre los pies y las gargantas de jóvenes y ancianos. Hacen pensar en la escena de una película de John Ford. En el exterior, la nieve se apaga en los cristales añorando la luz.

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