Diario de León

La prevención, fase 0 en la gestión de los riesgos naturales

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¿Se imaginan la magnitud del terremoto o inundación que tendría que acontecer en nuestro país para que el número de víctimas mortales superase las más de 25.000 que lleva esta pandemia? Pero un terremoto es un fenómeno natural impredecible en el tiempo. Sin embargo, este desconocimiento en el cuándo, no impide conocer dónde van a suceder los fenómenos de este tipo. De ahí que un gran número de estudios de riesgos naturales tengan como resultado una cartografía en la que se señalan aquellas zonas del territorio que tienen una mayor probabilidad de sufrir un evento que pueda causar daños, de mayor o menor magnitud.

Estos mapas se convierten así en una herramienta fundamental en la planificación territorial como arma de prevención y forman parte de la primera etapa básica de la gestión de los riesgos naturales. Para poder minimizar los daños de un fenómeno natural y facilitar la recuperación a la normalidad, es preciso que la sociedad se haya preparado previamente para saber qué hacer. Es por tanto necesario conocer el tipo de eventos que pueden suceder en una zona, su posible extensión, qué puntos de reunión son seguros para iniciar una evacuación, etc. Es un sistema de prevención tan simple y lógico que a nadie extraña que de vez en cuando se realicen, por ejemplo, simulacros de incendios en lugares públicos como en colegios, en donde los niños aprenden hacia dónde dirigirse en caso de siniestro.

Estos ensayos no hacen disminuir el número de incendios, pero sí que facilitan una mejor gestión del operativo durante un posible evento. Sin embargo, aunque esta educación en prevención funciona, no está claro porqué con otro tipo de eventos naturales no se aplica.

¿Se podría haber evitado parte de los daños del Covid-19 con prevención? Por supuesto, desde que apareció en China y se supo de su fuerte propagación en Italia, se sabía que aumentar la distancia social y lavarse las manos era algo básico pero, aun así, unas normas tan simples no se difundieron ni promovieron por ningún tipo de Administración (estatal, regional o local) hasta que los números de contagiados aumentaron considerablemente.

Por desgracia, esta situación no es anormal cuando se trabaja en este tipo de fenómenos. Demasiados casos en la gestión de riesgos naturales muestran poblaciones que no saben cómo reaccionar cuando un volcán próximo está activo (hacia dónde dirigirse, por ejemplo), viviendas que se edifican sobre terrenos que han sufrido inundaciones anteriormente o edificios que se construyen sin seguir la normativa sismo-resistente en zonas susceptibles de terremotos.

Por mucho que avancemos en el conocimiento, los fenómenos naturales seguirán sucediendo, solo la cuantía de sus daños dependerá de la capacidad de prevención de las sociedades. La prevención, el estar preparados para estos eventos, es siempre la solución que disminuirá los efectos adversos de todo tipo. La inversión en prevención supone muy poco dinero en comparación con las cuantiosas pérdidas económicas que generan los desastres naturales pero, aunque es una lección aprendida, parece ser que todavía no es un conocimiento asimilado por nuestra sociedad.

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