Diario de León

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Bajé por entre los árboles y la maleza hasta la vera del río y, después de servirme de un tronco caído para cruzar al otro lado, subí hasta la parte más alta del bosque. Me senté a descansar, arrullado por el sonido de las hojas y el silbido del viento, y cuando estaba a punto de quedarme dormido, escuché una voz lejana que pedía ayuda. Comencé a buscar, pero en cuanto me movía un poco, dejaba de oírla. Intenté concentrarme y al fin logré distinguir de dónde procedía. Caminé durante algunos minutos hasta llegar a un claro, por llamarlo de alguna forma, ya que el bosque estaba tan poblado que apenas había zonas sin árboles. Allí descubrí una montonera de tierra húmeda. Me asomé y vi que tras esta había un agujero profundo en cuyo interior había un hombre atrapado. «Ayúdeme a salir, por favor. Me he caído y no consigo subir». Le pedí que se tranquilizara y que esperara un momento. Alrededor vi herramientas, una pala, un cubo, un pico, un guante de trabajo y un poco más allá, una cuerda. Até un extremo a un árbol y le lancé el otro. Gracias a eso, el hombre consiguió salir. Una vez fuera, me abrazó y me dijo que le había salvado. Luego, se derrumbó sobre la tierra como un tronco talado, tan agotado se encontraba. «¿Quién ha podido hacer este agujero?», pregunté. «No tengo ni idea. Estaba aquí paseando y al ver la tierra, me acerqué a curiosear, a ver de qué se trataba. Resbalé y me caí». Tras descansar unos minutos, se levantó y me propuso que volviéramos juntos al pueblo. Entramos de nuevo en la espesura. Él se adelantó unos pasos y entonces vi que del bolsillo de su pantalón asomaba un guante del mismo par que había junto a las herramientas. «Un momento», ordené. «¿Por qué tiene un guante de trabajo en el bolsillo?». Su primera reacción fue ofenderse ante mi pregunta, pero tras una breve discusión, terminó por reconocer que fue él quien excavó el agujero para meterse dentro. Le pregunté qué sentido tenía hacer algo así y me respondió que necesitaba que alguien le salvara. «¿Usted nunca ha deseado que alguien le rescate?», me dijo dando tales voces que decidí marcharme de allí. Me di la vuelta y comencé a caminar a toda prisa. Llegué de nuevo al lugar donde estaba el agujero. Me asomé, me resbalé y caí en el interior. Intenté salir por mi propia cuenta, pero no lo conseguí. Así que comencé a gritar con todas mis fuerzas: «Socorro, socorro».

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