Diario de León

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Francisco Javier Sanz Martínez, cordobés y arquitecto de la Hacienda Pública desde 1920. Destinado a León, en julio de 1923 firmó un proyecto para construir tres edificios, uno para hotel y otros dos para viviendas de alquiler, promovidos por Valentín Gutiérrez en un solar adquirido al Ayuntamiento, de la entonces calle Ordoño II (hoy Avda. de Palencia), más allá del Bernesga, junto a la estación de ferrocarril. Al parecer, dicho proyecto se abandonó, para construir una gran casa de renta con un pequeño hotel que, inaugurado en 1929, también acabó convertido en viviendas de alquiler. Proyectó un sótano para servicios del inmueble, la planta baja con locales comerciales y dos distinguidos portales, escaleras y ascensores que suben a 30 viviendas distribuidas en cinco niveles a la calle más uno retranqueado y otro bajo cubierta. Dispuso el alzado principal simétrico y tripartito. Basamento de dos plantas y delicado revestimiento pétreo. Cuerpo principal sobre balconada de obra, con dos miradores sobre ménsulas en los extremos, con sus vanos en lienzos trapezoidales de madera coronados por distinguidos frentes neorrococós de frontón ondulado y óculos ovalados flanqueados por volutas y jarrones. En el eje un paño de ladrillo con hileras verticales de huecos recercados, rematado por friso de ventanas entre parejas de mensulones, cornisa y balaustrada dibujando una azotea bajo la mansarda que cubre el inmueble. Y en las esquinas, hileras verticales abren sus estilizados vanos en cuerpos prismáticos octogonales culminados por huecos poligonales con columnillas, y magníficas cúpulas, también amansardadas, realzadas por finísimas agujas…

A Javier Sanz le cautivaba Madrid. Frecuentaba el aristocrático Círculo de Bellas Artes y la Gran Vía, con sus comercios, cabarets y elegantes hoteles, donde tal vez se inspiró para levantar este monumental edificio, manejando, con su habitual virtuosismo, ese sofisticado repertorio formal y decorativo, de gran plasticidad e impulso neobarroco sellado por el art déco, acorde al refinado y cosmopolita gusto centroeuropeo… y norteamericano, que ya por aquel entonces deslumbraba a la alta sociedad madrileña.

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