Diario de León

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M ientras no te metan una sangrante cabeza de caballo en la cama de tu tálamo conyugal, pierde cuidado; las amenazas postales son eso, solo postales», debió decirle a Pablo Iglesias algún amigo: alértate lo justo, pero no exageres ni le des una importancia que no tiene a quien la envió, no le hagas ese inmenso favor de pregonarla tanto para agrandarte como víctima; quien se oculta en lejanía y anonimato (seña del cobarde furioso que pierde toda su fuerza por la boca o por el culo) solo eso buscaba: mucho eco y el miedo en tu camisa... no le des esa alegría a su cuerpo, macareno.

El periodismo de trinchera se puso las botas y su traje de burlas con las tres primeras cartas que llevaban bala en la recámara del sobre dirigidas a Iglesias, Marlaska y a la directora de la Guardia Civil. Esparramaron el cachondeo en tinta, micro o red difundiendo la incontestable teoría de que esas misivas amenazantes se las habían enviado a sí mismos esos barandas para conmover a los electores que se dejen impresionar y demonicen así a los otros, tramoya ridícula de campaña. Y a la ministra Maroto le enviaron una carta con solo una navaja, como discriminándola y diciéndole «no vales ni una bala», solo el filo del acero con que aquí se mata tan ritualmente a las mujeres.

Sin embargo, los trincheristas no lucieron ayer esa su teoría cuando quien recibía un sobre con balas era la Ayuso o ¿dirían que ese gabinete de Miguel Ángel Rodríguez que la maquea y la envisca, envidioso de la repercusión que dan estas amenazas-chorra, se autoenvió ese sobre para no ser menos?... Pero el enigma surge cuando el que recibe esas balas embaladas es Zapatero... ¡!... ¿?... Que no le olviden a uno siempre se agradece, aunque el trincherista advertiría que también se las autoenvió para que se chinche Pedro Sánchez y volver al candelabro. En fin, si alguien quiere balacearte, no lo avisa; el que baladronea hace reír. Riamos con esto y temamos peor a quien no abre la boca; bien se sabe aquí; recuerda lo que me dijo un día el obispo Villaplana: «Los leoneses mordéis con la boca cerrada».

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