Diario de León

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C omenzó como melodía simpática que nos pitufeaba las tardes de este frior navideño en su desángel, su desfiesta, sus despobladas calles... música de una atracción infantil, uno de esos  caballitos  de hoy sembrados estos días de atrás por la ciudad para que los más ñarros pitufeen en sus primeros vértigos y velocidades. El caballito es el gran juguete eterno que supera toda cultura, tiempo y país; el caballito es patrimonio material de la humanidad más humana y humanitaria, aunque a la Unesco se la sople, lo que también puede ser un honor.

Pero el caballito que nos pusieron a tiro de oreja esta Navidad solo tenía una melodía breve y machacona en bucle cada vez que la atracción echaba a andar dando vueltas a los escasos rapaces que embarcaba en cada viaje (hasta los caballitos estaban congelados y desolés). Y siempre la misma cantinela, los primeros compases del  Para Elisa , esa bagaleta para piano que le escribió a una niña Beethoven. Y como resulta que es el 250 aniversario del nacimiento del compositor alemán, al principio lo tomamos como brindis al genial músico, un tiroliro de homenaje, pero al tercer día ese Para Elisa -pitufeado y electrónico también- se repetía hiriente de tal modo, que acabó sacándonos de punto y respeto mandando a la tal Elisa a la mierda, con perdón del genio.

Pero hubo antídoto: escuchar una sinfonía de Beethoven. La que emociona de verdad no es la Novena, que tanto gusta por lo triunfal, sino la Sexta,  La Pastoral ; nunca se hizo música con más brochazos de pintura, olores y paisajes; lo bucólico es la montura y le caben tormentas o amaneceres, lo balsámico y los elementos. Cuando a uno le explican lo que pinta ahí el pincel de cada instrumento, cuando tienes la suerte de que alguien te eduque la oreja y la mente, solo hay que cerrar los ojos y no hay Hollywood que iguale los exteriores de la gran película que vamos viendo; ni mucho menos los interiores a los que su relato te va llevando.

Ya lo decía el padre Regino, que alardeaba de impecable prosodia germana e inglesa: Betofan, di best.

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