Diario de León

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Ya nadie se queda estupefacto si asoman en pantalla bestiadas, estridencias o perversas maldades. Aun así, nos cuajó ver a un tipo en un final de etapa de montaña del Giro, ahí donde la cosa va lenta y uno puede correr tras los ciclistas o delante de las cámaras, esforzándose el mastuerzo en agitar su pancartona para que la tele se llenara con su grito escrito en esprai negro sobre media sábana, ese era el tamaño de su misión, y con sólo dos palabras en grandes letras; no necesitaba más el cretino para emitir su mensaje a la numerosa humanidad que sigue esta atractiva vuelta ciclista, sólo dos:  Bresci, merda . La segunda no necesita traducción y la primera nos sugirió coña o diminutivo de la ciudad de Brescia, que por tener equipo de primera en el Calcio italiano tendrá su larga lista de odiadores, pero resulta que Bresci es solamente un apellido y eso es como si aquí alguien pusiera «Valbuena, excremento». Y que lo sepan todos.

Será difícil impedir que campen estos ladrones pillando publicidad al salto, pero si la tele quiere, se minimiza su gracia o se les ignora por completo frustrándoles su avidez por el primer plano como ya se hace con los que saltan a canchas o estadios cimbreando el colgajo o batiendo teta-femen; ni eco cazan, la consigna deportiva es hacerles puto caso. Sin embargo, en una vuelta ciclista esto es casi imposible, especialmente en esas etapas de montaña donde la calzada se inunda de pintadas de ánimo, propagandas o protestas políticas, nadie se priva (no nos libramos ni en el Giro de las consabidas ikurriñas y otros trapos sobre el acercamiento de presos, qué tenacidad de arcén), junto a tipos estrambóticos, otros disfrazados o los inveterados diablos coloraos del Tour, mientras nos resignamos a lo incontestable: ya no hay paleto o majadero en este siglo que no alcance sus diez segundos de gloria chupando cámara con su patochada o su inclemencia; fácil se brinda y gratis le sale, aunque cada vez son más efímeras estas cosas y las olvidamos al cabo porque ya están prestos a su salto nuevos imbéciles y más ocurrencias pedorras.

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