Diario de León

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Fue una lección en toda regla y nunca mejor resumida. Fue una sola frase que encerró todo un ensayo sociológico. Me la dió don Antonio Vilaplana, obispo de León quince años, de 1987 a 2002, tiempo en el que, si quieres aprender algo, te caben tres carreras universitarias; y si se trata de una sola asignatura, «León» pongo por caso, cabía suponerle al prelado algún conocimiento en la materia. Nunca antes había hablado de forma tendida con él ni mucho menos con la sinceridad que brindó aquella ocasión que a la postre fue la última. Era un tipo que ya me caía muy bien solamente por verle entrar él solo a tomar café en un bar cercano al palacio sin boatos ni distingos ni vicarios. Solo. El café, también.

El caso es que aquella tarde del 12 de ocubre de 2002 había fastos y agasajos en honor del gobernador de Puebla, Méjico, un tipo gallardote y resuelto llamado a ser presidente del país por su fulgurante ascendencia en el PRI, si no fuera porque la DEA yanqui le pilló con las manos en la masa narcotraficada. Y en el patio del Palacio de los Gañanes le montaron ceremonio de danzas, discursitos y el clásico vino con canapés. Estaban todas las autoridades, militares y religiosas también, de pie, y enfrente, bailoteos, refajos y dulzainas se pasaban de pesaos; la autoridad relajaba formas cuchicheando, así que, al vestir todo de negro yo, doblé una tarjeta de visita y me la puse a modo de alzacuello dirigiéndome al obispo y picándole por detrás; se volvió y preguntó ¿qué desea usted?; y le digo «¿no lo ve, señor obispo?, trabajo, busco trabajo»; su cara atónita desapareció al quitarme el alzacuello y aclarar la broma idiota; aún recelando, me dientifiqué y le pedí hablar con él un rato en el vino; y en un aparte, hubo charleta relajada y amena. Como conocía los choques y diferencias que había tenido con su curia y cabildo, al acabar le pregunté «ahora que se va de León, ¿qué opinión le merecen los leoneses?»... retuvo unos segundos la respuesta y me aleccionó: ¿los leoneses?... los leoneses mordéis con la boca cerrada ... y hoy digo nunca mejor resumido, monsignore, grazie tante .

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