Diario de León

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La historia de España es un rosario de confinamientos y sin ellos las cosas habrían sido bien distintas. ¿Cuántos reyes no mandaron cerrar en el quinto pino a parientes, aspirantes o adversarios?, ¿cuántos napoleones no tuvieron su isla de confinado y cuántas Juanalocas no penaron en sus Tordesillas?, ¿qué tirano no puso armarios de cerrojo en los confines?...

Confinarse puede hacerlo uno mismo y bien a gusto se queda si encuentra el dónde y tiene un porqué, ¿no lo hacen ya monjes, científicos, fareros, militares?... pero si te confina la autoridad ha de hacerlo por escrito con orden gubernativa o sentencia de juez, que es lo que se está dando ahora. Para esta pena siempre hubo o se sacó alguna ley, así que hay larga experiencia en el confinar y sus verbos colegas de código: desterrar, deportar y recluir. Todo legal. En España los últimos confinamientos fueron cosa de Franco , aunque en sus finales prefería los «extrañamientos», rizo leguleyo de reír con el que azotó a obispos como Añoveros . Y para confinar, las islas venían pintiparadas, son cárceles de insalvable muro, el océano; así lo vio el dictador Primo de Rivera confinando a Unamuno en Fuerteventura. Entonces confinar era pena suavizada para la gente importante con nombre o rango a la que no se podía fusilar así como así: rectores, letrados, militares de alto grado, intelectuales, artistas, ilustres monárquicos... o políticos de la cáscara amarga y sindicalistas: en 1968 Franco confinó en dos pueblos de Las Hurdes a Nicolás Redondo de la UGT y a Ramón Rubial , histórico presidente del PSOE y primer « lehendakari » de la democracia del que aquí no todos saben que era hijo de leonés... o a Gregorio Peces-Barba , al que redujo en un pueblo de Burgos... en fin, castigados al rincón, condenados a la distancia y al lenguaje de las ostras.

Ahora que al gobierno le zurran en estéreo, merecido y no, un poeta de aquí ha presentado también su demanda a La Moncloa por no aplicar en su caso confinado el significado exacto de confín : punto más lejano que se alcanza con la vista . Y allá que se quiere ir el tío.

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