Diario de León

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Confieso de mano el sentimiento de acogimiento y cierta ternura que me inspira ese personaje de camisas sin planchar, jerseys de colegial en pensión, chaquetillas de entretiempo, zapatos de piel vuelta, pantalones sin raya, corbata huída, pelos en rebelión y voz de hojalata forroñosa bajo dos cejas como dos setos que piden poda... ( caballero de la astrosa figura , definiría Maripi)... de manera que está disculpado quien abandone aquí la lectura si cree que el señor que aquí traemos es un adefesio, un títere de políticos comunistas y un heraldo de la Calamidad con Patas. Se trata de  Fernando Simón , la  autoridad en la materia , a quien ya desde un principio convirtió en caseta de tiro la derechona falampa, la derechita cobarde, la derechaza artillada, la derechusca graciosa, la derechuza caliente o la derechíviris de lacito, besito, corazón, banderita... y fondo rosa, claro está.

Así que volvimos al canturreo aquel de excursión y acampada:  ¿Por qué no llora Simón?, le pregunta la tiá Eustoquia. Yo no soy de la pirroquia y los que lloran lo son . Así parece. Simón no es de la  pirroquia  ni de este barrio tan alborotado y agresivo, parece de otro mundo y quizá lo sea, no entra a las envenenadas provocaciones, burlas o ataques que ha recibido sin cesar en todo este tiempo, ya tan largo para quien está preso de patas. Sin duda lo que más sulfura a sus detractores es la incontestable talla científica y comunicadora de este personaje ya popular y familiar por colarse en toda salita española haciendo bálsamo y comprensivo lo que en otro caso o paisa podría ser obtuso, pelma o alarmante. Es de método sereno. Y de epidemias y virus parece saber algo el tío Simón, amén de lo que sabe por quienes saben. Si debe comunicarlo, lo hace. Y si no, prudencia. Conoce bien por fuera al bicho y, para más detalle, también por dentro, que lo pilló... y resucitó. Y ni así, ni agua al pobre.

Repetimos dieta: esto es España y los elogios solo le vienen de la prensa extranjera. Aquí cuesta reconocer lo que, por otra parte, quizá nos hiciera ganar a todos en bien común. Tonto país.

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