Diario de León

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Buena noticia. Dice el ministerio del tránsitos ecológicos que de aquí a ocho años invertirá en restaurar ríos 2.500 millones. Haciendo divisiones no parece mucho para tanto tiempo y tanto río español masacrado, pero al menos se empieza a considerar que hay masacre. ¿Y para los de León?...

Vuelvo entonces a los tramos y secretos de ríos que conocí -de ñarro con tresmallo y de mozalbete con caña- y aquí sigo haciéndome cruces. Hoy esos ríos ciegan mi memoria como si me echaran ácido a los ojos. No están como estaban ni son lo que eran, son otra cosa, otras orillas, otras pedreras, y sin pozacas, otros ríos, por llamarlos así y no canales, aguas presas corriendo entre escolleras, que es en lo que acabaron los más caudalosos en no pocos tramos: Esla, Sil, Órbigo, Porma... estrechados, muy-muy estrechados a veces como insultando a las riadas milenarias que vuelven a su ritmo para escojonarse del obrón... y después explanaron su ancho soto para que, sin más y con codicia legalizada, se convirtiera en obsesivo monocultivo forestal, chopos y chopos... y más chopos... y adiós sauces y alisos, adiós álamos y humeros, adiós charqueras y espadañales, adiós a la pajarada, fauna y microfauna que estaban asociadas a sus bosquetes, adiós, adiós... (el lector podrá ver el tamaño de la invasión tan solo mirando estos ríos con el ojo de halcón que facilita internet). El estropicio medioambiental que lleva décadas perpetrándose en los lechos fluviales y en su ancho régimen de avenidas es gigantesco y generalizado; ya no hay pueblo que no quiera apercollar al río que le pasa por medio o al lado poniéndole corsé de escollo piedrolo o piscinitas y con permiso/subvención de la autoridad, que es lo más curioso y admirable de este robo cuya magnitud no visibiliza ni el pueblo llano ni el agreste, en tantos casos baratos colaboradores en el delito por las treinta monedas que le caen de la industria chopera. Y así llevo décadas soñando inútilmente en el día en que habrá que  renaturalizar  estos ríos, devolverles su vieja estampa. Y que pague el arreglo el ladrón que los roba.

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