Diario de León

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Nadie niega que es todo un fenómeno global-social-femenino-feminista ese invento que ya se vende en carrefoures y hasta en farmacias, que nos llega de lejos y nos los meten llamándolo satisfyer (tú di satisfáyar o irás de analfabritish) sin que aquí se traduzca y se precise el conceto para enterarnos mejor de la vaina, la de ese íntimo gustirrinín a pilas con que se sirven doñas y doncellas. Dígase, pues, satisfactor, palabra de mucho matiz en el significado; literalmente, el que satisface, lo más que puede esperarse de alguien o algo; y así el satisfactor es quien encanta, convence, deleita, alboroza, agrada, alegra, halaga, gusta, place o elogia... y satisfacer significa también, por si era poco, pagar una deuda, solventarla en plazo y cosa, lo raro. Visto así, el orgasmo es una enorme deuda histórica con no pocas mujeres que ni lo conocieron o ni huelen aún. Resumido: satisfacer es dejar al otro u otra contento, contenta y contentes todes, Irenite... ¡Cosa del diablo parece el aparatito!, es como un manillar de moto que acelera el consolar y descarga tensiones, tan insanas, dicen picardeando en su corrillo de risitas coloradas aquellas que lo probaron; otras jamás lo dirán; el pudor, el eco de pecado o lo mal visto les empuja al secreto; aún no está preparada esta vida para ir pregonando por ahí cómo se la (o se lo) machaca uno (o una). Pero la autoestimulación es tan vieja como la soledad. La primera manualidad a la que se aplicó el hombre fue la que tiene su taller en los bajos o gitanales (herencia de nuestro abuelo el mono casquero), manos que se van al pan de higo, manos de la manu-stupratio que define el Canónico o de tocar la zambomba, como describe mejor el vulgo. Lo paradójico es que en la era digital jubilan al dedo, al dígito (ergo sum), el mecanismo eterno y solvente para estos trabajitos. Hace 90 años ya decía Gregorio Marañón: No hay mujeres frígidas, sino manos inexpertas. Aún hoy es verdad, la cosa sigue igual, pero ya les da igual a ellas... ahora pueden encomendarse a san Cilindrín Satisfactor, ora pro nobis y nobas, en tamaño sampancracio pidiendo perejil.

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