Diario de León

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E ste Julio descarado que vino como Agosto de frío en rostro trae humos de barbacoa a toda urbanización chaletera y también a todo pueblo al que regresa veraneancia familiar. Son humos de fin de semana por lo general, pero por lo tenientegeneral siempre habrá motivo cualquier otro día. El de la barbacoa es humarro inconfundible al ir borracho de grasa requemada que siempre me sabe en boca a grasa consistente de camión con olor a oveja en llamas; y si la grasa es de sardinorra cantábrica, tan frecuente también en estos sacrificios al dios Andorga con sus crímenes a la brasa, entonces la peste es marinera y de tascorra de puerto, que puede gustar unos instantes al turista, pero que acaba carbonizando la nariz y encharcando los pulmones... aunque te reñirán si te ocurre fumar ahí.

El humo de barbacoa es tóxico, pero nadie lo dice por no estropear una cuchipanda en fiesta donde, además, se exagera en víveres y mortíveres, en tragos o atragantos de cántaro y barril, porque en parrilladas y abrasamientos se tiende al exceso, mientras los hombres se hacen dueños de la cosa delatando que también saben cocinar los días de fraternidad masticada o exaltación de la amistad, aunque en casa se les olvida. Por lo demás, con las carnes achicharradas en parrilla sucede que acabas comiendo más carbonilla que chicha aun sabiendo que el carbón resulta ser cancerígeno y no solo para las economías de estas montañas ya descarbonizadas en las que hoy se anuncian «tradicionales corderos a la espalda» en fiestas patoriles cuando jamás a los pastortes ni a la cocina popular se les ocurría asar carne alguna haciéndole perder toda la codiciada grasa sobre la hoguera dilapidando unas calorías tan indispensables en la vieja nutrición; esta tierra norteña nunca fue de asados, sino de guiso en pote o, si es aire pastoril, en caldereta, su única y versátil arma culinaria.

Pero manda la moda americana de la  barbaquiú  (como «barbacúa» la inventaron los indios taínos del Caribe), aunque bienvenida sea si así se nos arrejunta en piña y trae paz a las bocas.

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