Diario de León

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M arró todo el que entró en Afganistán con la excusa de redimirla de su atavismo y pobreza encabronada. Primero, los rusos: les llevaron su catecismo laico/soviético y «los del monte» talibán se cagaron en su dios hostigándoles hasta aburrirles haciéndoles abandonar al fin, así que, tras volverse a Rusia, instalaciones y pertrechos o armas que no pudieron llevarse acabaron en los señores de la guerra o en la insurgencia talibana que, además, recibía más armas y adiestramiento de los americanos, los listos entonces tras las bambalinas o el centeno.

Al largarse los rusos en 1996, los talibanes subieron al poder y a un guindo desde el que mirar cara a cara a unos Budas gigantes que abatieron con dinamita escandalizando al mundo. Fue su patada de respeto. Más que inquietar aterraba toda noticia que venía de ese país: horcas en las plazas, prohibición de música y espectáculos, cierre de escuelas de niñas, lapidación de adúlteras... la sharía desatada. Cinco años después, en 2001, tras la salvajada de las Torres Gemelas, Bush dirige una invasión en coalición para capturar a su autor, Bin Laden, escondido allí. Echaron poesía al nombre de la operación,  Libertad Duradera , e implicaron a casi todos los países de la «reserva occidental», incluida España, que en estos años gastó 3.500 millones mandando a 27.100 militares de los que 104 no volvieron porque aquella cosa Duradera que en principio logró empujar al talibán a Pakistán y vistió de humanitario e inversiones su plan, nunca dejó de ser una guerra; y en la guerra se muere, se aterra, se incendia el odio y solo se tejen venganzas; a ello se aplicó el ¿vencido? talibán estos veinte años; y bien que lo ha hecho porque no puede explicarse de otro modo que, justo al abandonar Estados Unidos su  Obcecación Duracell  y esa zarracina, haya vuelto el tío con su emirato, leyes y latigazos en un paseo triunfal y fulgurante. Los putos amos. Y el terrorismo islamista, feliz de que se les reabra el albergue.

Otavito ya fijó en 2001  la única solución  a todo ese lío. Sin pegar un tiro. Ni caso. Pero aquí vuelve mañana con ella.

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