Las preguntas
Preguntando se llega a Roma, pero también podrían mandarte a Jerusalén o a Ponferrada si responden excesivas voces. Pero hay que preguntar; más que conveniente, es obligado o la ignorancia nos dejará en la inopia del esclavo y se convertirá en la insoportable altanería de quien « desprecia cuanto ignora » (seña del castellano mezquino, rimó Machado). Y esa altanería es la escalera perfecta a la ceguera. Lo demuestran tantísimos como hoy se ponen ciegos con populismos redentores, neofascismos de pijo-gym, fundamentalismos de idea-trilita, radicalismos líricos... y ciegos van.
Pero debemos preguntar. Y después, preguntarse. Aunque Sócrates advierte de lo peligroso de las preguntas: siempre piden otra.
¿Por qué crece el racismo?, porque la gente tiene miedo... ¿por qué tiene miedo?, porque ignora o no quiere saber... ¿y por qué no quiere saber?, porque la verdad obliga... ¿y por qué obliga la verdad de ese racismo?, porque demuestra que hay otros mundos y gentes que podrían inculparnos con su irrenunciable derecho a sentarse a la mesa... y eso, jamás, o no ahora que vienen tiempos malos, desconocidos, más crisis, pánico climático, terror bélico o tiros en la frontera (Trump, en la «suya», planteó disparar a las piernas de los emigrantes que la cruzaran; ¿es que cojos se les caza mejor?; ¡sheriff, ahí le va de ala ese chicano, remátemelo!).
¿Y por qué triunfan los populismos?...
Sócrates guardó un breve silencio, lo hace siempre si la pregunta es lela: Por el miedo; el miedo es lo más contagioso que se conoce. El populismo solo crece con miedos . Y para camelar miedosos vale cualquier verdad mentirosa que le tranquilice y prometa seguridad resabiada o pasadas glorias repintadas; de ahí que cada cual se obsesione en reescribir la Historia (historia: plastilina, elástico, condón) vendiendo después un « seamos nación grande de nuevo » («great again» de Trump-etista que plagia Vox). El nazionalero lo tiene claro... hagamos un pasado nuevo para un futuro viejo .
Y algo aburrido, cerró la ventanilla.