Diario de León

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Lo único no previsible de la moción de censura con la que se fatigaron sus señorías (como si trabajar dos días sentados les deslomara) fue el candidato propuesto por Vox, un Tamames al que nadie antes, ni en el más enfebrecido delirio, podría imaginar en esa alianza o conveniencia. Todo lo demás fue guión y, por tanto, consabido; nadie se salió de su libreto, lo que convirtió el asunto en comedia preescrita y a las Cortes en teatro (de operaciones), cada cual con su copla y sin renunciar a su monólogo. ¿Y la calle qué dijo?... Más allá de los flacos resúmenes que haga cada medio o trinchera en la que bebe cada cual, nada, ni eco, y no fue porque Baldoví o Patxi López no vocearan el verso persiguiendo aturdir más que convencer o rebatir al enemigo (en la política española no hay adversarios, sino enemigos y eso significa que el odio es libre y las orejas sordas), mientras que al candidato no le daba el fuelle para alzar el tono en su recitado de lectura anciana, aunque hay que agradecérsele lo que su tono tuvo de viejo y cortés estilo parlamentario.

La calle siguió a lo suyo, que no es otra cosa que pagar un 30% más en el comer y en el vivir o sufrir unas esperas sanitarias que pueden llevarle al tacho antes de ver al cirujano. Ni tiempo tuvo de atender a la gresca porque lo peor de ser pobre o estar en camino de ello es que no se puede pensar en otra cosa. Y no por ello se perdió gran debate. Ya no hay oradores que incendien el aire del templo de la soberanía popular. Sólo ensayaron ese tono Inés Arrimadas, Aitor Esteban o Gabriel Rufián , al que parece que le hizo la boca un fraile tridentino; los demás, planitos: Abascal, en su panfleto; Cuca Gamarra , como la niña Vicenta; Yolanda Díaz , pillando foco para estirar pescuezo; y Sanchezstein , que dice la oposición, sin salir de su matraca autocomplacida. Todo lo cual lleva a esa calle a mandar al cuerno a todos y nadar en una antipolítica creciente, que es el mejor caldo para que se cultiven redentores con estaca. Es una calle cansada porque «lo que pasa en el Parlamento, se queda en el Parlamento».

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