Diario de León

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En toda la montaña central y en otras lejanías anduvo en ecos Matilde estos días... ¿quién no la conoció o no pasó por su casa?... Matilde Llanos, la del bar Madrid de Lillo, cocinera de hechura popular y alma de la casa de comidas más renombrada allí en los años 70 y haciendo devotos de su establecimiento a aquella primeriza generación de esquiadores que subían a San Isidro a estrenarse en esto de las tablas y jamás encontraron mejor fondeadero en leguas a la redonda... que se lo pregunten, si no, a los barandas de las minas de talco o funcionarios al paso que aquí tripeaban como en su casa, pero mucho mejor que con su familia gracias al trato pariente, llano y respetuoso que brindaba esta mujer.

Matilde se hizo «de querer».

Me dio la mala noticia Rolando, el de Gorete y Lices: murió Matilde, 94 tenía, mucho la quería la gente, pero mucho, buena con todos, una gran pena en el valle, era una institución para el pueblo llano o el finolis que viene de la capi, de muy buen trato y conciliadora, enorme mujer, hebra afanosa...

Su casa fue foro del pueblo y obligada parada de foráneos. Un universo, pues. Muchas confidencias y diretes tuvo que oír. ¿Y qué iba a saber la buena de Matilde que aquello que empezó siendo cantina regentada con su marido se haría bar con cazuela y cazuelo y finalmente restaurante en toda regla, ocupada toda mesa? Jamás de joven se imaginó cocinera en estos niveles. Pero la vida empujaba. Y Matilde arreaba. Ella por delante. ¡Cuánto trabajo quedó detrás!...

¿Y dónde aprendió a cocinar, con qué maestro o en qué academia?... pues en la Universidad de la Oreja: lo que vio y oyó en casa, lo que no cesaba de preguntar y lo que aprendió de cada fallo para convertirlo al día siguiente en primor y siempre potaje honrado.

A estas mesoneras maestras del fogón arcaico (y aquí viene a la memoria Amada, la de Barrios de Luna) no se las reconoce en su talla real. Si la pija cocina de autor es coto masculino, quien te da de comer todos los días en bares o figones es casi siempre una mujer. Y si fue Matilde, ¿cómo olvidarlo?...

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