Diario de León

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Ya dijo ella con el tono enérgico y la honda convicción de quien se ve desbordado de razones: ¡Basta de silencios!, ¡gritad con cien mil lenguas!, porque, por haber callado, el mundo está podrido. Y gritaba llegado el caso aquella Catalina Benincasa, jovencita algo galga que hoy dirían anoréxica de tanto ayunar (dice un biógrafo exagerado que sólo se nutría de eucaristías), gritó hasta perforarle el tímpano al mismísimo Papa que llevó la Santa Sede a Avignon, haciéndole volver a Roma en 1377 y atajando así otro cisma más de los que frecuentaba aquella Iglesia. Se la conoce como Catalina de Siena, muerta a los 33, canonizada pronto, hija de familia media-alta con 22 hermanos y huída de un matrimonio concertado rapándose la cabeza, algo que no les hubiera valido a esas dos jóvenes hispano-pakistaníes obligadas a un matrimonio similar y asesinadas por su propia familia en su negativa. Brava mujer la de Siena, lista y persuasiva. Es una de las tres únicas en el estrado de los 37 doctores que tiene la Iglesia; Teresa de Ávila y Teresita de Lisieux le acompañan en el escaso género que se ve ahí. ¿Y podría acompañarlas la mejicana sor Juana Inés de la Cruz?, porque con sólo unos versos preclaros le cabría algún derecho: Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis... pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Y Sócrates preguntó: ¿quién hizo así a los críos y crías de esa reciente violación en manada en el «Levante español»?, ¿qué malicias vio también la jueza en las dos crías?, ¿es que a las niñas de una sociedad hipersexualizada como esta les salen las tetas antes que los dientes?... y viendo que nos había dejado mudos e incómodos, acudió a Quevedo: No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente?, ¿siempre se ha de sentir lo que se dice?, ¿nunca se ha de decir lo que se siente?... y se quedó tan ancho.

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