Diario de León

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V uelven los talibanes a sus ejecuciones sumariales y públicas ahorcando en plazas o lapidando en muladares a la adúltera; es su seña de identidad punitiva, la sharía aplicada con el rigor del ceporro incapaz de superar la literalidad cerril y el arcaísmo de un Corán convertido en cimitarra, cruz, pedrada o degüello.

Puestos a matar, lo de ahorcar les proporciona más teatralidad que el cortar manos u orejas, que duelen lo suyo, o clavar al condenado a un aspa de leños. Pero se olvidan del teatro clásico que acompañó siempre a estas ejecuciones de ahorcamiento al hacerlas hoy en cutre y barato con una excavadora fijando la soga de muerte en una uña del cazo que, de repente, se levanta hasta lo más alto en una poderosa erección a fin de que puedan verlo hasta en La Meca, quedando ahí pataleando el reo un rato para complacencia de verdugos y del entusiasta o aterrado público asistente. Todo es mezquino a más y no poder. Por favor, qué menos que un patibulito de madera con su horca y sus ritos, no digo ya un redoble de tambor o un muhecín con rezos y purificaciones. Quizá esa dignidad no la merecerá quien no la tuvo (o sí, que ahí van también inocentes), pero sí la necesita el verdugo, porque con estos modos zarrapatrosos se convierte también en indigno, carente no ya del mínimo estilo, sino de la compasión que exige toda condena a muerte, si es que siguen pensando que con ella se ataja mejor el delito y se escarmienta en cabeza ajena, que es que no, como se sabe. Esos métodos tremendos los elige el talibán encantado de escenificarlos en plazas y teles al saber que todo el mundo les mira; saben que hay mucho espectáculo en esas catequesis suyas.

Hemos hecho porra en el corrillo a que la próxima ejecución con soga al cuello ya no la hará el cazo de una excavadora, sino un camionazo grúa que elevará al pataleante hasta veinte o treinta metros para que lo vean aún más allá de La Meca, en Oslo, por ejemplo, donde un islamista disparaba flechas, o en el barrio de Orcasitas donde duerme una célula de la jodida yihad.

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