Diario de León

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Tenía que suceder y sucedió. La naturaleza no va con nosotros ni con nuestros pulsos, problemones o cambios víricos y climáticos. Va a su bola milenaria. Menos mal. Así que este año una pareja de torcaces volvió  de nuestro balcón su nido a colgar  como las golondrinas de Bécquer, pero cuerpo a tierra,  okupando  de nuevo la breve jardinera donde hace dos años anidaron (atrévete a decir en alto  okupa palumba  y algún vecino creerá que le estás hablando a un nigeriano), así que nos preguntamos si serán esta vez los hijos de aquellas o habrán repetido los progenitores (como digas padres y no madres vas a la seño).

La paloma torcaz,  columbus palumba,  es brava y relimpia y comenzó hace ya tiempo a ser algo urbana; hoy abunda, pero sin trato alguno ni reojos con sus primas domésticas, tan pesaditas ellas y tan cagonas. Las torcaces tienen otra facha, otro estilo y comen limpio y sano, solo vegetal, sin tener que tapear por las terrazas ni pordiosear por las aceras brozas y basuras. Siempre impecables ellas, ni una sola pluma despeinada. Y todas con el mismo traje eterno sin que por él se les averigüe el sexo, más igualdad no cabe, pura moda unisex inventada hace milenios. Y descaradas ellas de puro confiadas o seguras que se sienten en este soto balconero aunque metamos las narices o el móvil a una cuarta de su faena (a una cuarta, créelo), tan pachorras en su cuartelillo donde crece una  hortensia  de floripondio apretujao haciéndoles toldo y parapeto, un  cipresillo  al otro lado, un  arce  lentísimo con vocación de bonsai y un enanito  árbol del amor  (también llamado  algarrobo bobo  o  árbol de Judas ) que no alcanza el pobre a ver hueco entre el follaje y estirar el pescuezo para no ser el último de la clase; porque ahí tenemos aula de clase contínua (si dices  sostenible  o  transversal , quedas como Dios y tu alcalde te contrata de asesor o te empalma al estaribel) con mucha lección vegetal ahí... y palomera.

Los pichones ya sestean como pegos y les canto «okupa palumba, hakuna matata, alguna patata me vuelve tarumba» y en sus ojos se lee ¡serás gilipollas!...

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