Diario de León

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C uando esta tarde, a las seis, se canse el sol de estar tan alto y empiece a buscar su poniente, allá le irá llevando a Toño Morala -se fue delante de él en un maldito temprano- todos los versos que en su nombre acunará la brisa de la tarde frente a San Marcos en ese corro de bancales con pérgola donde se hace calle la voz del Ágora de Poesía que él frecuentó trenzando su verso ahí con los demás como se trenzan sus glicinias haciéndole dosel al sitio con esporpolle de hoja y flores malvas en racimo a embute.

El lector que no conozca o no haya oído algo de Toño Morala podrá hacerse una idea de su talla con solo preguntarle al dios Google; y verá una cascada de referencias junto a dolidos adioses que estos días maldicen tanta pérdida testificando su grandeza moral, su cultivada arte escritora, la elegancia de su llaneza, su bonhomía por bandera o su infatigable persecución de la belleza y la justicia repudiando lo feo y trabajando el corazón... era una revolución de lo amable, era Toño Morala, a todos los efectos un paisano enorme y una enormidad paisana. Y sin exagerar ni pizca, imprescindible. Ahora reconoceremos mejor su envergadura de afectos y saberes contemplando atónitos el enorme hueco que deja. Y nos dolerá no haberle tenido por más grande aún, algo que en todo caso él impugnaría, ni lo deseó ni se lo creería. Tenía principios férreos, pero no collar. Pensaba, averiguaba y siempre compartía. Sabía, pero el dárselas -tan común en verseadores- no casó jamás con su humildad, en la que militó con más cuota que en su convicción política. Todo esto lo transmitía ya su cara afable y su estilo, cara de puerta abierta al de fuera y ventana despierta al de dentro para poder ver horizontes a lo lejos y, aún mejor, la vida al pie y así contarla al que no puede ver o al que no mira, tanta gente. Y lo mismo que al morir todos pensaron en su mujer -su yo en ella y ella en él-, quiere Susana sumar aquí al de todos y al mío su abrazo gigante a Mar y a sus hijas sabiendo imposible ahora todo consuelo... pero hoy el verso te besará a ti, Mar, yendo por ti, Morala.

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