Propio y vitalicio

E s admirable que en un mundo laboral tan roído de precariedad y de empleo barato haya en España casi tres millones de trabajadores que pueden ver su futuro con una tranquilidad pasmosa sabiendo que solo ellos vivirán totalmente despreocupados y seguros de jubilarse en la misma empresa en la que entraron, la única de estos andamiajes financieros que jamás quiebra, aunque a veces haga méritos sobrados endeudándose más que el Barsa... es el Estado, ahí es nada.

Más que injusto, en una cola del paro o la temporalidad se ve esto como injuriante. Y más cuando hace un mes fue notición que las Cortes aprobaran redimir a interinos de  larga duración  haciéndoles funcionarios, fijos pues (en realidad ya lo eran, pero ahora  con plaza en propiedad y vitalicia , que se dijo siempre); o sea: se les pone un trocito del Estado (¿inenajenable?) a su nombre y, así, un puesto público se hace ¡privado!, curioso es, y para toda la vida, más curioso aún, porque ¿sigue siendo cada funcionario la persona más competente para su plaza?...

Un mes después ya no se habla del tema. El pensamiento vago y las vacas de agosto tienen su culpa, pero es que España ganó de una sola tacada 300.000 funcionarios y no habrá para ellos vacaciones más dichosas. Sin embargo, uno de esa cola del paro no para de pararse en preguntas paradas: ¿Fueron o siguen siendo necesarios todos esos puestos, a menudo creados en delirios expansivos y ocurrencias de políticos ocupados en colocar a los suyos, sin contar tantos otros chiringuitos, plataformas, fundaciones, sociedades, oficinas, institutos, museos, centros, talleres o corralines?... ¿y cuántos lo fueron a dedo?... ¿es que la cosa no dejará de crecer por aquel principio universal de « los funcionarios se dan trabajo a sí mismos »?, porque esto suena a ¡más madera, es la guerra del manguito!.... ¿y no se necesitará una Itv para empleados públicos, una reválida cada cierto tiempo para demostrar que siguen siendo los más idóneos para ese privilegio laboral suyo?...

En propiedad y vitalicio ... ¿no es para pensárselo?...