Diario de León

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Al humor no hay dios ni diosa que le ponga puertas o collar. La risa, como la esperanza, es lo último que debe perderse, aunque no muy boyantes andan hoy las dos, qué pena.

Bendita risa, pordiós; hasta la que nace de gracia torpe, como la foto de una calle en la que colgaron el día 8 un cartón modelo manifa diciendo: «Solo fue casualidad que el 8-M se celebrara en un  plácido domingo ».

Pero la risa tiene patas largas y carcajada irritante cuando se hace coleguita de odios o superioridades; entonces corre que se las pela, se emputece y puede convertir el Día de la Mujer en una carrera idiota de groserías, vulgaridades soeces, burlas o  meme ce s  (no hagamos aquí muestrario; no más favor al tarao de cupo, al listín de esquina o al cobarde anónimo; que se compren su imprenta o altavoz; vale ya de que les salga tan barato su eco en aras de no sé qué periodismo «veraz»). Y aunque no sea significativo, también en esa carrera de odios asomaron mujeres contra mujeres (« si antes las echaban a la calle, ahora te echan de la calle, es suya », pudo decir la Villacís expulsada del tumulto) y también hay feminismos inconciliables (arrieritas somos y en el paredón de la red nos encontraremos). Estupendo, y los tíos malos, al ojeo, a lo suyo, al desprecio o al exabrupto humillante que exige una ley que lo castigue, por ejemplo así: « El que, aun con propósito de galantería, se dirigiese a una mujer con gestos, ademanes o frases groseras o chabacanas, o la asedie con insistencia molesta de palabra o por escrito, será castigado con la pena de arresto de cinco a veinte días o multa de 50 a 500 pesetas ». La inmensa mayoría del feminismo la suscribiría a ojos ciegos; no llega a la castración que pide la pirada, pero se acerca a la reparación de daños y voluntad de corregir conductas. Severo correctivo, 500 pts. eran tres sueldos mensuales entonces, pues hablamos de 1929 y del art. 819 arriba citado, capítulo « faltas contra la moralidad pública » del Código Penal de la dictadura de Primo de Rivera... ¡1929!... ¿y aún siguen así acá?, se asombró Ligia-Helena, argentina y, sin embargo, amiga.

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