Diario de León

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Quizá porque mi niñez sigue jugando a atalaya y escondida ahí me ensaya tu chillido de estertor, llevo tu muerte y fulgor sin que me venga un malhaya; y amontonado en mis penas guardo sabor, mitos y cenas... yo... que en la piel tengo el olor ahumado del rito eterno que vierten a ti mil pueblos de Algeciras a Pedrún para pintar al trasluz las largas noches de invierno a fuerza de la ventura que tu carne nos procura... y a tus borbotones rojos se acostumbraron mis ojos como el buen jarro al buen vino... soy tambor, soy pregonero de tu muerte y tu destino, tengo alma de matancero... y qué le voy a hacer, nací un día de matanzas donde la nieve y el cerdo trabaron sus alianzas... porque aquel año vino diciembre blando de clima y hasta el 9 de enero no se dio matarile a los gochos —nevadona y ventisca ese día—, así que el primer aire que respiré iba preñado del humillo de baldes con tizón de roble que las criadas subían al cuarto para atemperar el paritorio, el mismo humo con que se curan los varales choriceros y las cintas de lomo en tripa... y desde entonces el humo me sabe a gloria bendita, que donde hay humo hay fuego cerca y junto a la lumbre siempre gente prometiéndose... al menos no pasar frío: lo demás viene por añadidura... vengan lumbres.

La matanza era una fiesta, día de escuela a la mierda porque el aprender estaba esa bulliciosa jornada junto al bancal-patíbulo donde el cerdo entregaba su alma pequeñina para convertirse en barricada contra la gazuza y los hielos con permiso de los cielos para no malograr embutidos o jamones con la cagada de la mosca... lección de vida y muerte, muerte limpia en vida gocha... y esa noche, rabos al horno para que los dispute la crianza menuda, mientras se fríen o encebollan los hígados para una cena que tenía aquel día mucho de acción de gracias... y fiesta rapaza.

Este año habrá 2.000 matanzas en León; hace solo diez años eran 20.000; y en 1952, más de 200.000. No es difícil concluir que se están muriendo... y otra escuela elemental y básica que nos están cerrando, ¿a quien maldecir?...

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