Diario de León

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De la misma forma que se auguró y se cumplió que un día la ropa interior de las doñas y doncellas se llevaría por fuera lo mismo que Supermán los calzoncillos, tuvo razón el que, viendo hace años que el chándal consolidaba una nueva tendencia en el vestir poligonero, advirtió que un día las calles parecerían un gimnasio con tanta parroquia ataviada sólo con prendas deportivas: leggins, mallas, camisetas, sudaderas, shorts, cortavientos, sujetadores, compresores, zapatillas extravagantes, pants, polos, tops ortopédicos... gorros, guantes, chalecos, muñequeras, bangles... ropa gym, ropa fitness... el ropón del recopón que curvea la silueta para que intentes fardar de tipo saludable, ya que no cachas, tan difícil en tu caso... y jamás lo llames atuendo; dirás outfit y parecerá que vienes de la maratón de Boston... nunca dejes de echarle al asunto terminología inglesa hasta aburrir, aunque comprando esa ropa no podrás llamarte ecofriendly por estar confeccionada con fibras o materiales no renovables y a menudo en países de explotación laboral e infantil... aunque si llevas además unos cascos para batirte el cerebro con ruido rítmico, no escucharás a tu conciencia y no te asaltarán pensamientos turbadores, pudiendo lucir así la sonrisa fatigada y dichosa de quien se mete en superaciones personales, esa sonrisa tiesa y giñada de quien tiene continuamente un dedo metido en el culo.

Veo que vestir así te mola cantidubi (otro palabrillo muerto) y nada objetaré a tu derecho o capricho, pero observo que la ropa que llevas luce sus marcas con más fosforito y tamaño cada vez (ese adidas ya no te cabe ni en la espalda), suponiendo yo que te la regalarán a cambio de seguir haciendo tú de valla publicitaria, ropa que antes llamábamos «de propaganda» devaluándose el obsequio, pero me dices que pagas por ella pasta larga, cinco veces más de lo que vale, entre otras cosas por la tantísima publicidad que gastan esas marcas y que además pagas tú. No puedo entenderlo, créeme, ¿te contagiste de pijotontitis dándole la razón a Séneca: Stultorum numerus infinitus est?...

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