Diario de León

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Qué matraca tan antigua con que los hijos son propiedad de los padres o del Estado... y por ese camino, la esposa propiedad del esposo, normal; y los bancos, dueños de nuestras almas, ¿quién lo niega?... y ahora, para redondear el ruido, solo falta un cardenal que venga a resolvernos definitivamente el problemón con que, en realidad y pureza, los niños solo son de Dios; y ni pin parental ni flautas de Hamelin: ¡pin celestial y se acabó!

Contrasta todo este alboroto y ruido mediático con el silencio de la muerte que, en su rutina, prosiguió sigilosa cada día sus recuentos... « recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte tan callando »... y así de callada se le presentó a un hombre que colocaba cadenas a su coche en la cara asturiana del puerto San Isidro y murió atropellado por la furgoneta de un joven al que también se le van a morir algunas cosas por homicidio involuntario al dar positivo en drogas y negativo en dibujo de sus ruedas... o a ese otro hombre que en un pueblo de Ávila le cayó una teja que de golpe voló desde su casa; contemplemos cómo el mundo se acabó para él y de qué forma tan ridícula e imprevisible, como esa pieza de hierro que salió volando de la petroquímica que ardía en Tarragona y, a tres kilómetros, a un pobre hombre le entró por una ventana de su piso como un misil reventándole en el acto mientras veía quizá una tele en la que parecen salir solo anuncios, como en todas, y todos diciendo qué guapa es la vida si puedes comprarla... o ese otro motorista que emprendía la subida del Rabizo seguro de su pericia conductora -y por su derechita- en una carretera limpia y ajena a las nieves y hielos que últimamente prefieren el Levante (¡Levante Español!, corrige siempre a voces el amigo más facha que tengo), en esa carretera, de repente, va y se le cruza un corzo en brinco contra el que se estrapayó no del todo porque pudieron trasladarle al hospital... aunque lo probable en León es el rocoso jabalí, mata más a menudo... y no de la risa como el pin parental.

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