Diario de León

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Dedos del diablo, boleto de Satanás, trompeta de los muertos... ya en el nombre, muchas setas y hongos tiran patrás, espantan, alejan. Para el profano (todos lo somos algo) la sospecha siempre ronda si el hongo o la seta no nos es familiar.

Son tantas las variedades (pon unas tres mil aquí), que es muy fácil que algunas nos confundan pareciendo lo que no son; y porque en la misma senda siempre coincidieron setas y brujas, la lotería de la muerte y el crimen premeditado... porque la alquimia del hongo invita a la comunión con los infiernos y a los conjuros maléficos, al viaje psicotrópico o a los mágicos vuelos del chamán.

Hasta hace pocas décadas, en estos pueblos solo algún perdulario comía setas por la sencilla razón de que no alimentan y comerlas significaba una de dos: estar loco o hambriento, cosa de pobres, etiqueta aplicada también a quien comía cangrejos o ranas que la gente «decente» o remilgada no osaba ni probar, si es que no les repugnaban. Pero despejados finalmente tabúes y abracadabras, acabó la seta subida a la parra de los precios y al lujo de tripalaris, igual que sucede con el cocido, que de ser odioso y dieta diaria de casa humilde llegó a este hoy en que pueden atizarte 40 euros por él en algún caso echándole la culpa al vino.

Hoy se habla de «cultura» micológica a troche y moche con gastrojornadas o exaltaciones firulís dando licencia a que las turbas se tiren al monte pisoteando, rastrillando o moliendo el manto del bosque, pateando las no comestibles y desguazando ese suelo estratégico en el que «son los hongos los responsables de que el carbono acabe depositado en ese humus, que es uno de los grandes contenedores de dióxido del mundo».

Cada pisotón es un pedo tóxico a la atmósfera. Y entonces, el peligro del monte no son ya los hongos raros o las setas miserere, sino los voraces tuercebotas o las cuadrillas que, ante tanta demanda, proliferan con avidez de saqueo (no culpes a rumanos o búlgaros que hacen aquí su otoño y su daño; los oriundos buscasetas somos muchos más). Setas: de bocado de pobre a cara gula.

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