Diario de León

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C uando una tierra se pone yerma y obliga a buscarse la vida lejos, los primeros que se largan son los más dotados, los más audaces y, sin pensárselo, los desesperados. La vida salvaje te lo explica en los documentales de la 2; échales ojo. Y los que andan con fuerzas justas o gastadas, así como los partidarios de «más vale lo malo conocido», se quedan. A verlas venir. Pero lo triste e irremediable de toda esa decadencia es que los «peores» acaban ocupando los nichos vacíos de la tierra  vaciada  con los derechos o privilegios de los que se fueron, condenándose así a la endogamia y a la disputa perpetua por los recursos menguantes. Y entonces, el lugar se queda en lo que la Biología, si hablara el cazurrés, llamaría  Tierra de Arímate Pallá .

Pon ahora que hablamos de León, tierra humana y especie que agota pastos y horizontes, aunque no sobras y subvenciones por las que se pega y se ladra. Pon que también se han ido y se van los más dotados, audaces y desesperados, el material humano más activo y necesario, emprendedor dicen, para mejor tirar de este carro renqueante al que están volviendo chillón. Pon después los restos de la especie que va quedando aquí y pregunta si al menos ocupan esos nichos los más capaces de cuantos queden. Y pon finalmente que el oportunista, el ahijado o con apellido, el que tiene grasa pensionada o funcionaria y el cazurrista populista que se hace el dueño de la pista son los que reparten y controlan caja, mercado y empleo.

El drama leonés no es ya la fuga de los mejores, sino que nada se haga aquí por recuperarles y regenerarse, no sea que quizá puedan remover alguna sillona o desplazar al incompetente. Quietos todos, estamos ocupados en endogamias independientes. En tiempos de tribulación y cabreo es rentable agitar sentimientos expoliados y el ¡León Solo! que todo lo redime, cuando de ser así, todavía menos llamaría alguien a los mejores; y si algún  mejor  sin padrino acude a ese bautizo autonomista, verá a la entrada el cartel que dice  Tierra de Arímate Pallá . El problema de León no es un mapa, sino los ocupanichos.

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