Diario de León

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Se esfumó el espejismo sobre un gran pacto nacional contra la pandemia y para afrontar desde un amplio consenso político y social sus demoledores efectos sociales y económicos. Quince días después de que Sánchez y Casado acordarán encauzar el diálogo a través de una comisión parlamentaria, ésta no se ha llegado a constituir ante el desacuerdo sobre su cometido y su composición. La supuesta voluntad política de remar en la misma dirección ha vuelto a sucumbir al tacticismo partidista de intentar sacar tajada política a la catástrofe. No es que debamos olvidarnos del pretendido sucedáneo de unos nuevos pactos de La Moncloa. Es que a día de hoy el Gobierno ni siquiera tiene garantizado en el Parlamento los apoyos necesarios para prorrogar el estado de alarma dos semanas más, lo cual parece imprescindible so peligro de un caos que daría al traste con el duro sacrificio ciudadano de estos dos largos meses de confinamiento. Por increíble que parezca, en estas estamos.

Al Gobierno Sánchez se le reprocha haber ejercido el mando único de forma unilateral, sin consultar la mayor parte de sus decisiones ni al resto de las fuerzas políticas ni a las comunidades autónomas. Grave error que, unido a las pifias que han jalonado su gestión (algunas achacables a la inevitable improvisación, otras por pura negligencia) se le ha terminado volviendo muy en contra. Por una parte, ha cometido la torpeza de servir en bandeja al PP de Pablo Casado las coartadas que necesitaba para alimentar la estrategia de hostilidad que le interesa para achicar terreno a Vox. Por otra, ha proporcionado argumentos a formaciones nacionalistas que apoyaron su investidura, como ERC y PNV, que han visto en esta situación un rearme del Estado central frente a sus postulados soberanistas.

Como quiera que su inopinada supresión originaría un peligroso vacío, quiero pensar que el estado de alarma será prorrogado al menos una quincena más. Pero Pedro Sánchez ha de ejercerlo con mayor diligencia, flexibilidad y tacto, en diálogo permanente con los líderes políticos y presidentes autonómicos, evitándose que estos últimos se deslicen por el «sálvese quien pueda» al que la mayoría son tan proclives. A propósito de esto último, obsérvese la diversidad de posiciones dentro del PP, donde Núñez Feijóo (con elecciones en cuarentena) ha decidido ir por libre, Díez Ayuso se ha propuesto seguir dando la nota y Moreno Bonilla y Fernández Mañueco se las ven y se las desean para mantener una lealtad institucional nada del agrado de Génova.

En un escenario político tan viciado, hilvanar consensos sobre la «desescalada» constituye todo un encaje de bolillos. Entretanto, podemos dar por hecho que el frentismo político seguirá formando parte de esa inquietante «nueva normalidad» que se nos viene encima.

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