Diario de León

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Por las restricciones y sacrificios que comporta, el cambio climático siempre ha sido un incordio para los gobernantes, algunos de los cuales a estas alturas de su evidencia científica siguen negándolo con pasmosa tranquilidad. En España conocido fue el escepticismo expresado en su día por el entonces presidente Rajoy, quien, por lo indagado a través de un primo suyo, llegó a la conclusión de que «el cambio climático tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial».

En realidad, años antes hasta 180 países, entre ellos España, se habían adherido al Protocolo de Kioto, que alertaba sobre el efecto invernadero y el calentamiento global. Desde entonces se han ido sucediendo diferentes cumbres mundiales de resultado frustrante ante la negativa de algunos los países más contaminantes a reducir sus emisiones.

Entretanto los efectos del cambio climático se multiplican por todo el planeta con fenómenos extremos de frío o calor cada vez más virulentos. Es el caso de las olas de calor que desde el mes junio están contribuyendo decisivamente a batir todos los récords de superficie forestal quemada en Castilla y León. Si el pasado año el incendio de la Sierra de la Paramera había sido el mayor del siglo, con más de 25.000 hectáreas de superficie quemada, no ha terminado el mes de julio y ya hemos registrado otros dos de mayores proporciones, los de la Sierra de la Culebra y Losacio, el último de los cuales se ha cobrado las vidas de un brigadista y un pastor.

Cierto lo difíciles que son de combatir los incendios forestales en situaciones meteorológicas adversas, pero también lo es que el operativo de la Junta de Castilla y León, además de resultar insuficiente y mal diseñado, no se ha adaptado a los factores de riesgo del cambio climático. Y no será por falta de advertencias, ya que los propios profesionales forestales, los sindicatos y la oposición llevan mucho tiempo clamando en el desierto. Y Ecologistas en Acción ha calificado el operativo dispuesto en Castilla y León como el más deficiente de toda España.

Ante semejante panorama, el consejero Suárez Quiñones no ha tenido más remedio que rectificar y admitir la necesidad de reforzar el actual operativo y tenerlo disponible a lo largo de todo el año en previsión de que persistan las «anomalías climáticas». El eufemismo ha sido acuñado por el presidente Mañueco, quien ha llegado a referirse a la existencia de «territorios sometidos a una situación de estrés a causa de fenómenos naturales». Todo un alarde de distracción lingüística con tal de no referirse al «cambio climático», del que Vox es negacionista. Hasta este extremo llegan los complejos del partido mayoritario en el gobierno de Castilla y León ante su socio minoritario. Y esta sí es toda una anomalía política.

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