Diario de León

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Dijo que se retiraba de la política, pero la política se resiste a retirarse de él. Me refiero a Albert Rivera, quien, tras protagonizar el mayor descalabro electoral registrado en España desde la autodestrucción de la UCD, no tuvo más remedio que hacer mutis por el foro.

Lo de mutis es un decir porque desde entonces no ha perdido ocasión de reaparecer en escena, y no precisamente para ayudar a su sucesora en el partido, Inés Arrimadas, a atravesar el desierto al que condujo a la formación. Es muy frecuente en política que el delfín acabe matando al padre, pero Arrimadas no dispuesto de tal opción. Todo lo contrario, est sufriendo con resignación y mucha paciencia la frustración de su antecesor, empeñado en poner palos en las ruedas del partido que legó en estado catatónico.

La foto de Colón reducía a Ciudadanos a un mero apéndice del PP, peor aún de la suma del PP y Vox. Y Arrimadas decidió desprenderse de ese corsé y tratar de recuperar la senda propia de un partido que, en lugar de contribuir al frentismo y la bipolarización, naci con vocación de servir de puente entre dos Españas empeñadas en encanallar la convivencia política. Un regreso a los orígenes como apuesta por una supervivencia un tanto arriesgada e incierta, tanto por la incomprensión de algunos de los propios, con Rivera a la cabeza, como por la apetencia ajena de pescar en el río revuelto del antiguo electorado naranja.

Precisamente de la mano de Arrimadas, Ciudadanos alcanzó su cénit en las anteriores elecciones catalanas, en las que fue la fuerza más votada, por encima de todas las demás, nacionalistas, ‘españolistas’ y ‘mediopensionistas’. Tres años después la formación naranja se conforma con ser la cuarta fuerza política con tal de no verse superada ni por PP ni por Vox.

Los socialistas del PSC, con el todavía ministro Illa como estandarte, y el PP asedian con sus redes el antiguo caladero catalán de Ciudadanos. Tras el desmarque de Arrimadas, acusada desde la derecha de contemporizar con el Gobierno ‘social-comunista’ de Sánchez, Casado hubiera lanzado una OPA hostil en toda regla contra el partido naranja de no ser porque éste sigue siendo su socio de gobierno en cuatro comunidades autónomas, entre ellas Castilla y León, y ayuntamientos tan importantes como el de Madrid. Y aún así no ha renunciado a una OPA encubierta y de baja intensidad. Atención a los posibles movimientos de Arrimadas una vez superado el trance de las elecciones catalanas.

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