Diario de León

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El ‘efecto mariposa’ desencadenado a partir de la fallida moción de censura en Murcia —parda la liaste Inés Arrimadas— ha desembocado en las elecciones de hoy en Madrid, cuya repercusión, huelga decir, va mucho más de unos simples comicios autonómicas.

El ‘gatillazo’ murciano ha devenido en una fuerte sacudida del tablero político español, que no gana para sustos desde las generales de 2015, en las que el PP de Mariano Rajoy perdió la mayoría absoluta e irrumpieron en escena Podemos y Ciudadanos, los partidos que preconizaban una nueva política alejada de los vicios del denostado bipartidismo.

El resultado de las elecciones madrileñas presenta como única incógnita el alcance del nuevo descalabro a sufrir por Ciudadanos, que corre serías posibilidades de quedar fuera del Parlamento. De confirmarse tal fiasco, el partido entraría en un irreversible proceso de descomposición, consumándose su fagocitación por el PP de Pablo Casado. Todo un vuelco en ese lado del tablero, donde hace menos de tres años un endiosado Albert Rivera vivía la ensoñación de ‘sorpasar’ al partido que presidía Rajoy.

No va salir mucho mejor parado de las urnas madrileñas Podemos, que, pese a poner en el asador la carne del propio Pablo Iglesias y concurrir en coalición con IU, apenas mejorará sus resultados de 2019, cuando se vio ampliamente superado por el partido de Iñigo Errejón. Sin ser tan fulminante como el de Cs, el declive político de Podemos no es menos irreversible.

Cinco años después de su irrupción, Podemos y Ciudadanos se encaminan hacia la más absoluta irrelevancia. Ambos viven de las rentas de elecciones pasadas, en las que alcanzaron resultados que les permiten formar parte del Gobierno de la Nación o de gobiernos autonómicos y municipales, un status que ni por asomo van a conservar cuando toque volver a las urnas.

Así las cosas, el bipartidismo se recupera por momentos, aunque sin el vigor suficiente para que PSOE o PP puedan reeditar antiguas mayorías absolutas. Tal como sucede ahora, los socialistas tendrán que seguir recabando el apoyo de fuerzas nacionalistas y/o independentistas. Por su parte, el PP no podrá gobernar sin la anuencia de Vox, como ya ocurre igualmente en Madrid o Andalucía. En otro tiempo existió un nacionalismo transversal que conectaba ambos polos. Ahora ni eso.

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