Diario de León

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Puede resultar paradójico, pero cuanto más se aproxima la salida del túnel de la pandemia, mayor es la inestabilidad política en España. Una vez que el gobierno Sánchez consiguió sacar adelante, ya fuera con fórceps, los Presupuestos Generales del Estado, parecía despejado el camino hacia una Legislatura sin mayores sobresaltos. Aunque los socios de gobiernos estaban empeñados en exhibir sus diferencias, enfrente no se vislumbraba alternativa a corto plazo. Después de romper solemnemente con Vox, Pablo Casado había salido muy tocado de las elecciones catalanas, tanto que algunos le veían cara de Antonio Hernández Mancha, aquel efímero presidente del PP que no consiguió suceder a Manuel Fraga.

Pero la política siempre ha dado muchas vueltas, y en España especialmente desde que en 2015 tocó fondo el bipartidismo imperante desde la transición. Y no digamos si se da carta blanca a aprendices de brujo tipo Iván Redondo, al que Pedro Sánchez ha confiado la estrategia política del PSOE. El «efecto mariposa» de la moción de censura presentada en Murcia no ha podido ser más demoledor para sus promotores. Inés Arrimadas clavó con ella los clavos del ataúd destinado a la fosa previamente cavada por Albert Rivera, en tanto que el inquilino de La Moncloa ha salido seriamente tocado del trance. Juntos proporcionaron a Díaz Ayuso la coartada para convocar unas elecciones que han resultado letales para la primera y altamente corrosivas para el segundo. (Si acaso, el único consuelo para Sánchez ha sido la desaparición en combate de Pablo Iglesias).

Dicho todo lo cual, parece un tanto fuera de lugar el triunfalismo desatado en el PP a partir del éxito electoral de Ayuso. Sin negar un ápice de trascendencia a dicha victoria, ninguna elección autonómica es extrapolable al resto de España. Y los comicios madrileños, tampoco, entre otras cosas porque el «ayusismo» es un fenómeno inexportable. En buena parte, su caso es similar al de Esperanza Aguirre, cuyo respaldo en Madrid contrastaba con el rechazo generado fuera de su comunidad. Ni siquiera en comunidades cultural y geográficamente tan próximas como Castilla y León —la presidenta madrileña es además de origen abulense—, Ayuso suscita ese nivel de entusiasmo. No digamos ya en la periferia.

No cabe duda de que a Casado le ha venido de perlas el resultado de las elecciones madrileñas. Ahora bien, de eso a colegir que presagia un cambio de ciclo político que le llevará a La Moncloa, media un abismo. Como mantra propagandístico puede pasar, pero si en Génova se lo creen de verdad, estarán ante un espejismo de esos que ciegan a gurús como el tal Redondo. Si algo tiene acreditado Sánchez, es que se trata de un político duro de pelar.

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