Diario de León

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Admitido está que los resultados de unas elecciones concretas no son extrapolables, así sin más, a los de cualesquiera otros comicios a celebrar en el futuro, máxime dada la gran volatilidad de la política española. Pero no por ello ha de obviarse que la enorme dimensión del triunfo del PP Andalucía refleja algo más que un vuelco electoral en una comunidad autónoma.

Si la resonante victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones madrileñas de 2021 supuso un punto de inflexión que certificaba la remontada del PP y el creciente desgaste del PSOE, qué decir del hito marcado por Juan Manuel Moreno Bonilla, artífice de la histórica mayoría absoluta lograda por su partido en la comunidad andaluza. Pasar de un 20,75 por ciento de voto a más de un 43 y saltar de 26 a 58 escaños es algo que no cabe atribuir exclusivamente al hundimiento de Ciudadanos, partido que disponía de 21 diputadis y cuya pérdida de voto no ha llegado al 15 por ciento.

En consecuencia, el «efecto Juanma» ha tenido una transversalidad muy superior a la de su fagocitado socio de gobierno. A la fuerza ha tenido que pescar en otros caladeros, entre ellos en el del PSOE, que ha perdido 127.500 votantes. Todo ello cimentado sobre la imagen de un presidente cercano al frente de un gobierno sin estridencias.

A base de estos mimbres Moreno Bonilla ha conseguido, vía mayoría absoluta, dejar fuera de juego a Vox, que aspiraba a forzar un gobierno de coalición similar al de Castilla y León, tratando así de consolidar una alianza estratégica entre ambos partidos en el horizonte de las próximas elecciones generales. Justo lo que quería evitar a toda costa Núñez Feijóo, quien en su carrera hacia La Moncloa por nada del mundo quiere verse contaminado por la extrema toxicidad ideológica de Vox.

El éxito de Moreno Bonilla, unido al «ayusazo» precedente, ratifica el fiasco que supuso para el PP de Castilla y León el adelanto electoral del 13-F, con el que Fernández Mañueco, lejos de rentabilizar el desplome de Ciudadanos, firmó un mediocre resultado que, tras una pésima negociación, está permitiendo a Vox marcar la pauta e imponer su programa ideológico poco menos que como si dispusiera de mayoría absoluta.

Siguiendo la estrategia antes apuntada, Feijóo tomó distancias para no salir en la foto de un pacto que nunca vio con buenos ojos. Y vista la deriva en la que ha entrado la Junta, donde el vicepresidente se permite día sí día también desafiar la autoridad de Fernández Mañueco y pasarse por el forro lo pactado, en Génova deben de estar espantados. En el escenario nacional surgido de Andalucía, Feijóo no puede consentir la humillación que los de Abascal están infligiendo al PP en Castilla y León.

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