Diario de León

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Con tal de dejar atrás el nefasto 2020, saludamos con incauto optimismo la llegada de 2021, como si el mero hecho de pasar la hoja del calendario fuera a producir efectos taumatúrgicos. Y ha sido que no. Todo lo contrario, enfilamos esta semana la recta final de un mes absolutamente horribilis.

No habían llegado los Reyes Magos y ya se vislumbraba que la temida tercera ola de la pandemia podía alcanzar dimensiones propias de un tsunami. Estabamos advertidos de que algo así podía ocurrir, pero por nada del mundo renunciamos a celebrar las Navidades prácticamente como si aquí no pasara nada. Pues vale.

Por si fuera poco, apenas habíamos consumado (y sobre todo consumido) el ciclo navideño e irrumpía en escena Filomena, que tampoco puede decirse que nos cogiera de sorpresa, ya que de su llegada estabamos sobradamente avisados. Si aún así, el temporal de nieve nos ha desbordado por completo -el colapso de Madrid es para hacérselo mirar- ni pensar quiero qué hubiera ocurrido si el fenómeno no hubiera sido detectado por el radar meteorológico. Seguimos negándonos a aprender.

Mientras el hielo persistía y la vacunación no acababa de encontrar la velocidad de crucero, el que circulaba sin control era el coronavirus, que batía todos sus anteriores records de contagiosidad (en Castilla y León cerca de 18.000 nuevos casos acumulados durante la pasada semana). Consecuencia de ello es que la presión hospitalaria y la ocupación de las UCI regresan a los niveles de la pasada primavera, volviendo a poner al límite la capacidad de respuesta del maltrecho sistema público de Salud.

Y la guinda que faltaba para completar el panorama: En medio de esta crítica situación sanitaria, que se traduce en otro importante repunte del fúnebre balance de víctimas mortales del Covid, afloran como setas los casos de quienes se han valido de su posición de influencia o de la simple picaresca para vacunarse antes de lo que les tocaba, ello en detrimento de quienes por edad o mayor exposición al virus tienen reconocida justificada prioridad.

En solo unos meses hemos pasado de salir a los balcones a aplaudir a los profesionales sanitarios a ejercer el más egoista y rastero sálvese quien pueda y el que venga atrás que arree. Del voluntarista buenismo según el cual de esta ibamos a salir mejores a acabar sacando lo peor de nosotros mismos. No deja de ser un fiel reflejo de esa normalidad que todavía estamos lejos de recuperar.

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