Diario de León

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Definitivamente, no tenemos enmienda. La cantinela del sorteo del Gordo es común, pero suena este año sobre 17 realidades diferentes, las que han establecido, como les ha venido en gana, los 17 gobiernos que conforman eso que se dio en llamar el Estado de las Autonomías.

¿Cómo hemos llegado a este galimatías, que hace necesaria una guía para conocer de qué margen de movimientos disponemos y qué podemos y no podemos hacer los españoles de aquí hasta después de Reyes? Básicamente, el despropósito responde al cálculo partidista de nuestros gobernantes, tanto de los que tienen a su cargo el Gobierno central como de los que gobiernan las comunidades autónomas. Ni uno ni otros quieren cargar con el coste político de imponer las restricciones que requeriría la delicada situación epidemiológica.

El Gobierno Sánchez salió muy escaldado de la primera oleada de la pandemia, en la que, errores al margen, fue acusado de utilizar el estado de alarma y el confinamiento general para imponer su santa voluntad a la ciudadanía, sin respetar a los gobiernos autonómicos y aprovechando incluso para restringir las libertades políticas. Sánchez las pasó canutas para sacar adelante las últimas prórrogas del estado de alarma, y tomó buena nota de ello.

De modo que, llegada la segunda oleada, el Gobierno central decidió plegar velas y ofrecer a las comunidades autónomas un sistema de cogobernanza mediante el cual las tomas de decisiones y las inherentes responsabilidades fueran compartidas. El toque de queda contempló una flexibilidad horaria para que cada territorio dispusiera de cierto margen, pero a medida que se ha recrudecido la situación sanitaria y ha habido que tomar medidas impopulares, como las restricciones a la hostelería, todo el mundo trata de escabullirse y echar la culpa al gobierno adversario.

Nada más lejos del ánimo de Pedro Sánchez de actuar como lo ha hecho Ángela Merkel, que ha cortado por lo sano asumiendo toda la responsabilidad. Ni Sánchez es Merkel ni los barones autonómicos son como los presidentes de los landers alemanes. Más que nada porque esto es España y no Alemania.

Aquí no es que no escarmentemos en cabeza ajena, es que no lo hacemos ni en la propia. La irresponsabilidad con la que se afrontó en primavera la desescalada de la primera oleada, con una carrera autonómica a ver quien alcanzaba antes la «nueva normalidad», fue el caldo de cultivo de la segunda oleada. De aquellos polvos trae cuenta la embarazosa situación actual. Lo sabemos, pero no queremos darnos por enterados. Después vendrán las lamentaciones por la tercera oleada, y en ese bucle seguiremos mientras la vacuna no acabe con el bicho.

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