Diario de León

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Adía de hoy, sin haber forzado ningún plazo, las Cortes de Castilla y León ya tendrían que haber celebrado la sesión de investidura y el reelegido presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, nombrado el nuevo gobierno autonómico. Todo ello conforme al «Acuerdo de Legislatura» que PP y Vox, que suman 44 de los 81 escaños parlamentarios, suscribieron el pasado 10 de marzo justo después de la sesión constitutiva de la Cámara.

Cumplido el trámite de consultar a los grupos, el nuevo presidente de las Cortes, Carlos Pollán, procurador de Vox aupado al cargo con el voto de ambos partidos, resolvía ocho días después proponer a Fernández Mañueco candidato a la investidura. A partir de ahí solo era cuestión de convocar a la Junta de Portavoces para fijar la fecha de la correspondiente sesión.

¿Qué ha ocurrido para que la investidura se encuentre aparcada, prolongando el largo periodo de un gobierno en funciones con unos Presupuestos prorrogados en una situación social y económicamente tan crítica como la actual? Para pasmo de todos, el responsable del retraso, el citado Pollán, dice estar «a la espera de que PP y Vox le comuniquen que han cerrado el acuerdo». ¿Qué acuerdo? ¿No era suficiente el firmado el día 10? Y si no era suficiente, ¿por qué ha designado oficialmente candidato a la investidura?

Ni reglamentaria ni políticamente resulta de recibo la actitud del presidente Pollán. Una vez designado candidato, salvo que éste renuncie, no hay excusa para demorar el pleno. ¿A qué obedece entonces este insólito y lamentable bloqueo? Sencillamente a que el líder nacional de Vox, Santiago Abascal, ha decidido a revisar el «Acuerdo de Investidura», introduciendo a posteriori nuevas exigencias y condiciones que no figuraban en el mismo y que el PP se resiste a aceptar. Ello ha abierto una profunda brecha que afecta tanto al reparto de poder (las funciones de la vicepresidencia «sin cartera») como a cuestiones programáticas de calado ideológico que ponen en riesgo la propia alianza. Vox no tiene prisa y aprieta las clavijas con la tranquilidad de no importarle ir a una repetición electoral.

Allá cada cual, pero esta demora «sine die» es de una absoluta irresponsabilidad democrática. O cierran el pacto reabierto o lo rompen y volvemos a la casilla anterior. Lo que sea, pero ya.

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