Diario de León

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En medio de la tormenta perfecta que arrecia sobre la economía española, y lo peor es que no sabemos por cuanto tiempo, en Castilla y León se está haciendo demasiado largo el proceso que ha de culminar en la constitución de un nuevo gobierno autonómico. Ya sé que los plazos están reglados, pero se han cumplido más de tres meses desde que se convocaron las elecciones del 13-F, demasiado tiempo para que la comunidad autónoma siga a cargo de un gobierno en funciones.

Uno de los estragos causados por esa convocatoria anticipada fue el de dejar colgados los Presupuestos para 2022, que estaban orientados a impulsar la recuperación económica de la mano de los fondos europeos. Si esas previsiones presupuestarias estarían ya desfasadas por la negativa evolución de los acontecimientos, ni les cuento cómo han quedado de trasnochados los Presupuestos del año anterior, que siguen en vigor tras su obligada prórroga.

Despejado el problema de la gobernabilidad mediante el pacto PP-Vox (44 de los 81 procuradores), la investidura de Alfonso Fernández Mañueco no debería demorarse un día más. Urge que el nuevo gobierno, con la estructura y composición acordada por sus socios, se ponga cuanto antes manos a la obra, cerrando este largo periodo de provisionalidad. Urge diseñar un programa básico de gobierno, establecer prioridades y plasmarlas de inmediato en unos nuevos Presupuestos.

Igual que en esta situación crítica España necesitaría unos nuevos Pactos de la Moncloa que no se producirán —no los hubo para la crisis de 2008 ni los ha habido frente a la pandemia—, Castilla y León necesitaría abordar por consenso los grandes retos que arrastra. Sin embargo, podemos abandonar toda esperanza. La presencia de Vox en la Junta ha abierto una brecha insalvable entre gobierno y oposición. Esta última —37 procuradores procedentes de seis formaciones políticas distintas— han anunciado de antemano su «no» al candidato a la investidura. La confrontación parece servida, máxime cuanto todos sin excepción tienen ya la vista puesta en las elecciones municipales del próximo año.

Queda por ver si esa inevitable confrontación no degenera en una guerra de trincheras en la que la bronca y la crispación se adueñen del debate político. Si Vox entra como elefante en cacharrería, pondrá en un brete al presidente de la Junta, quien, aunque solo sea por la cuenta que le trae al PP, deberá ejercer su autoridad para moderar a su socio de gobierno. Toda la España política está expectante y Núñez Feijóo el primero.

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