Diario de León

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Mientras perduren los desquiciantes efectos de la pandemia difícil va a ser que el sufrido ciudadano concentre su atención en la más intempestiva de las campañas electorales conocidas en España desde la restauración democrática sustentada en la vigente Constitución. Y tampoco será fácil abstraerse del fuego cruzado de los líderes nacionales de los principales partidos, decididos a librar en Castilla y León una batalla frontal que resitúe sus expectativas ante las próximas elecciones generales.

No puede por menos que resultar frustrante que la polarizada política nacional acapare el foco de la atención en detrimento de los acuciantes problemas de la comunidad autónoma. Y especialmente penoso resulta ver a los distintos candidatos a la presidencia de la Junta actuar como teloneros de sus respectivos jefes de fila. Pero tal como está el panorama, a salvo de los dos debates electorales regulados por ley, es lo que nos espera de aquí al 13-F.

Para empezar, la campaña está lanzada sin que los dos partidos que han gobernado la Comunidad durante los dos últimos años y medio se hayan dignado en rendir cuentas de su gestión. Tras la abrupta ruptura de su matrimonio de conveniencia, ni el presidente Mañueco ni el exvicepresidente Igea se han tomado esa molestia.

El presidente, que, siguiendo la doctrina ayusista ha convertido al sanchismo en el eje de su discurso político, ha cometido sin embargo el lapsus de decir que «se han acabado las ocurrencias», que es tanto como reconocer que las ha habido durante su mandato. Lo ha dicho para reafirmar su promesa de mantener abiertos con atención presencial los 3.600 consultorios locales, la inmensa mayoría de los cuales hubieran muerto por inanición de haberse consumado el ‘Plan Aliste’ impulsado por la anterior consejera de Sanidad. De lo que se olvida Mañueco es de que esa «ocurrencia» fue compartida por él hasta el pasado mes de septiembre, justo hasta que comprobó lo dañina que podía resultar para los intereses electorales del PP.

Mal está que se soslayen los problemas endémicos que aquejan a la comunidad autónoma, pero más irritante resulta el pretendido adanismo político del partido que lleva 35 años apalancado en la Junta. Tiempo más que suficiente por ejemplo para haber tenido la ocurrencia (sin comillas) de promulgar una Ley sobre Despoblación y Desarrollo Rural como la aprobada el pasado año por unanimidad en Castilla-La Mancha, que implementa medidas coincidentes con las actuales promesas electorales del candidato Mañueco.

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