Diario de León

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Tras el altísimo coste, tanto en vidas humanas como en términos económicos, pagado por la operación «salvar las Navidades», a nadie se le ha ocurrido en esa ocasión hablar de salvar la Semana Santa. Además de una gran torpeza, sería demasiada desfachatez. Sin embargo, está costando lo indecible alcanzar un consenso básico para evitar que haya 17 semanas santas distintas, como ocurrió con el pasado periodo navideño.

«El consenso mola», ha dicho la ministra Darias, de cuyo antecesor en la cartera de Sanidad ya casi nadie se acuerda. La expresión es propia del lenguaje «cheli», pero ni por esas parece que vaya a avenirse a razones la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien confunde el liberalismo con lo de ir necesariamente por libre, eso sí, siempre a la contra del gobierno «social-comunista-bolivariano» que preside Pedro Sánchez. A Díaz Ayuso le importa una higa que Madrid lleve semanas siendo la comunidad autónoma con mayor tasa de incidencia de Covid-19.

Es más: si ello ha servido de argumento para que la Delegación del Gobierno prohibiera las manifestaciones del 8-M en el «rompeolas de todas las Españas», para ella miel sobre hojuelas.

Puestos a citar a Antonio Machado, ningún ejercicio tan presente e imprescindible en la actual política española como el de distinguir las voces de los ecos. Vivimos en un permanente pandemónium de polémicas estériles la mayor parte de las veces sobre asuntos que no tienen después ningún recorrido. Sin ir más lejos, en Castilla y León llevamos ya semanas mareando la perdiz sobre una moción de censura que no tiene el menor viso de que llegue a presentarse a corto plazo, básicamente porque quiénes la promueven dicen que solo la activarán cuando dispongan de los apoyos necesarios para ganarla, requisito del que carecen.

Entretanto, si no llega el prometido maná de fondos europeos, esta comunidad autónoma puede acabar como un auténtico solar. Hace días hemos conocido que el PIB autonómico ha retrocedido un 7,9 por ciento en 2020, la mayor caída registrada en los últimos 80 años, es decir, desde 1940, recién concluida la incivíl guerra española. Y que Castilla y León es la comunidad en la que la pandemia se ha cobrado mayor número de vidas por habitante, con un índice de 430 por cada 100.000. A fecha de ayer, según datos oficiales de la Junta se cifran exactamente en 10.401 los fallecidos por Covid-19 en el conjunto de las nueve provincias, letal estadística que contribuye a agudizar aún más un declive demográfico que seguimos contemplando como las vacas el tren.

Y aquí lo dejo, que no es cuestión de contribuir a la escalada psicodepresiva que está generando entre la población la llamada fatiga pandémica. Máxime cuando la atención primaria presencial se ha convertido en un lujo que nadie sabe cuando nos volveremos a permitir.

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