Diario de León

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No tienen enmienda. Sin la menor empatía y respeto hacia la población (ya sean los contagiados, los que se desvelan por la salud ajena a costa de arriesgar la suya propia y los que llevamos un mes confinados en casa) hay políticos obcecados en ofrecer lo peor de sí mismos, intentando sin pudor sacar rédito partidista de una tragedia que sigue cobrándose cada día centenares de muertos. No cabe mayor envilecimiento propio y mayor deslealtad, no hacia el adversario político sino hacia el común de los ciudadanos. En lugar de arrimar el hombro, se azuza la crispación a base de construir a toro pasado sesgados relatos a base de retorcer los hechos hasta encajarlos en los moldes prefabricados. Es el caso del PP de Pablo Casado cuando se afana en situar en las manifestaciones del 8 de marzo la eclosión de la pandemia. Con lo que hemos sabido después, es evidente que el Gobierno no evaluó correctamente el riesgo potencial de esas concentraciones. Pero de ahí a acusarle de haberlas permitido a sabiendas de ese riesgo, media toda una infamia. El contagio posterior de la vicepresidenta Calvo, de las ministras Irene Montero y Carolina Darias y de la propia esposa del presidente Sánchez constituye la mejor prueba de que el Gobierno no era consciente de la que se nos venía encima. Sin olvidar que el PP se sumó a la manifestación de Madrid.

Hace al caso recordar que, al producirse los primeros contagios, expertos epidemiólogos restaron gravedad a los efectos del Covid-19, equiparándolos más o menos a los de la gripe común. O que a primeros de abril la consejera de Sanidad, Verónica Casado, veía completamente innecesario el uso de mascarillas por parte de las personas no contagiadas.

Frente a la temeraria frivolidad de Trump, Johnson o Bolsonaro, Sánchez sin duda ha incurrido en errores, pero ante un desafío de tamaña complejidad ni siquiera la OMS ha estado a salvo de ellos. En España puede que la decisión mas arriesgada es la que ha entrado en vigor esta semana al levantar el confinamiento a sectores de producción no esenciales. La medida, orientada a minimizar los estragos económicos de la pandemia, no es compartida por parte de la comunidad científica ni por los sindicatos ni por varios gobiernos autonómicos, que coinciden en alertar sobre un posible y fatal retroceso en la lucha contra el virus.

Hasta el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, tiene claro que debe anteponerse la Salud a la Economía: “Cuanto antes se acabe la batalle del virus, antes de podrá iniciar la recuperación económica”. Si dentro de quince días asistimos a un rebrote de la pandemia, esta vez Sánchez no podrá decir que no estaba advertido.

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